Revista del Mar Caribe ®
Volumen 1, Número 1, julio-diciembre,
año 2025. Fecha de publicación:
05/11/2025
Autores del número:
Josena Arimatea Garcia Cruz, Mónica
Beatriz La Chira Loli, María Maura Camac
Tiza, Ysaelen Josena Odor Rossel, Osmart
Raúl Morales Chalco, Paul Gregorio Páucar
Llanos, Raphael Santiago Mendoza Delgado,
Andrea Mercedes Alvarez Rubio, Ruben
Dario Mendoza Arenas, Marisol Paola
Delgado Baltazar, Loyo Pepe Zapata Villar
© Josena Arimatea Garcia Cruz, Mónica
Beatriz La Chira Loli, María Maura Camac
Tiza, Ysaelen Josena Odor Rossel, Osmart
Raúl Morales Chalco, Paul Gregorio Páucar
Llanos, Raphael Santiago Mendoza Delgado,
Andrea Mercedes Alvarez Rubio, Ruben
Dario Mendoza Arenas, Marisol Paola
Delgado Baltazar, Loyo Pepe Zapata Villar,
2025
Revista del Mar Caribe ®
Editado por:
Editorial Mar Caribe ®
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Dirección: Av. Gral. Flores 547, 70000 Col.
del Sacramento, Departamento de Colonia,
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Formato: Electrónico
ISSN: en trámite
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Revista del Mar Caribe
(Vol. 1, Núm. 1, Año 2025)
05 de Noviembre de 2025
Colonia del Sacramento, Uruguay
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Josefrank Pernalete Lugo
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Índice
Sección
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Página
Editorial
Josefrank Pernalete
Lugo
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4
Defensa del
marxismo de José
Carlos Mariátegui:
Del materialismo
losóco a la teoría
del materialismo
histórico
Josena Arimatea
Garcia Cruz, Mónica
Beatriz La Chira
Loli, María Maura
Camac Tiza
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5
El materialismo
histórico desde
Hegel hasta Marx:
Análisis
gramsciano
Ysaelen Josena Odor
Rossel
ark:/10951/rmc.art2/v1n12025
19
Currículo de las
universidades
latinoamericanas:
Deniciones y
contexto de la
unidad curricular
como objeto
denitorio de todo
el proceso
educativo.
Osmart Raúl Morales
Chalco, Paul Gregorio
Páucar Llanos,
Raphael Santiago
Mendoza Delgado
ark:/10951/rmc.art3/v1n12025
37
Desarrollo
histórico de la
literatura: Crítica,
cavilación y lógica
Andrea Mercedes
Alvarez Rubio
ark:/10951/rmc.art4/v1n12025
58
Currículo de las
universidades
latinoamericanas:
Casos de estudio
en instituciones de
educación superior
Ruben Dario
Mendoza Arenas,
Marisol Paola
Delgado Baltazar,
Loyo Pepe Zapata
Villar
ark:/10951/rmc.art5/v1n12025
79
Revista del Mar Caribe ®
contacto@editorialmarcaribe.uy
2025
Revista del Mar Caribe, Vol. 1, Núm. 1, Año 2025 ISSN (en trámite)
Editorial: La Filosofía en el Giro de Nuestra América
Es con un profundo sentido de responsabilidad intelectual y un vibrante
entusiasmo que presentamos al mundo académico el volumen 1, número 1, de la Revista
del Mar Caribe.
Este nacimiento editorial no es un evento aislado; es la respuesta a una necesidad
histórica y un compromiso con el porvenir de nuestro pensamiento. Durante siglos,
América Latina y el Caribe han sido más a menudo objeto de estudio filosófico que sujeto
soberano de su propia enunciación. Hemos habitado una tensión constante entre la
adopción de cánones universales —casi siempre de cuño europeo o norteamericano— y
la urgente necesidad de forjar herramientas conceptuales que respondan a nuestras
realidades concretas: nuestras historias de resistencia, nuestras estructuras sociales
únicas, nuestras ontologías mestizas y nuestras urgencias políticas.
La filosofía en nuestra región nunca ha sido un mero ejercicio especulativo de
salón. Ha sido, y debe ser, un arma de liberación, una herramienta de diagnóstico crítico
y un horizonte de utopía. Esta revista nace con una vocación clara: ser el ágora rigurosa
en la que converjan estas búsquedas.
No aspiramos simplemente a ser un repositorio de filosofía sobre la región.
Aspiramos a ser una plataforma para la filosofía desde y para América Latina y el Caribe.
Buscamos fomentar un diálogo que trascienda las fronteras lingüísticas que han
fragmentado nuestro continente intelectual —conectando el pensamiento en español,
portugués, francés, inglés y en las lenguas originarias—.
Nuestra apuesta es por un rigor "científico" que no teme dialogar con la
decolonialidad; por una epistemología que reconoce los "saberes del sur" y por una ética
anclada en la justicia social y la ecología integral.
En las páginas que siguen y en las que vendrán, el lector encontrará un espacio
dedicado a la deconstrucción de los relatos hegemónicos, pero, sobre todo, a la
construcción de nuevas categorías. Exploraremos desde las relecturas de la tradición
filosófica occidental a la luz de nuestras experiencias, hasta las formulaciones más
originales de la filosofía intercultural, la ética de la liberación, las epistemologías
marxistas y los debates ontológicos que surgen de nuestro complejo presente.
Este primer número es un cimiento. Es una invitación abierta a investigadores,
profesores y estudiantes para que se unan a esta conversación vital. Estamos convencidos
de que la filosofía latinoamericana y caribeña tiene una voz indispensable en el debate
global, no por un sentido de particularismo exótico, sino porque las encrucijadas que
enfrentamos hoy —la desigualdad, la crisis climática, la migración y la identidad— son,
en gran medida, las encrucijadas del mundo.
Bienvenidos a este espacio de pensamiento crítico. Bienvenidos a la filosofía
en su giro latinoamericano.
Josefrank Pernalete Lugo
Volumen 1, Número 1, Año 2025
Revista del Mar Caribe, Vol. 1, Núm. 1, julio-diciembre, Año 2025, ISSN (en trámite)
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Defensa del marxismo de José Carlos Mariátegui: Del
materialismo filosófico a la teoría del materialismo histórico
José Carlos Mariátegui's Defense of Marxism: From
Philosophical Materialism to the Theory of Historical
Materialism
Josefina Arimatea Garcia Cruz
https://orcid.org/0000-0001-5363-198X
jgarcia@une.edu.pe
Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, Pe
Mónica Beatriz La Chira Loli
https://orcid.org/0000-0001-6387-1151
monica.lachira@autonoma.pe
Universidad Autónoma del Perú, Perú
María Maura Camac Tiza
https://orcid.org/0000-0001-9323-3054
mcamac@une.edu.pe
Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, Pe
“Cuando se dice anarquía, se dice revolución” (Manuel González Prada, 1844-1918)
Resumen:
Como primera aproximación, y prestando atención sólo a sus temas filosóficos centrales,
Marx desarrolló un materialismo práctico o transformador en el que la tesis es que los
humanos se diferencian del animal común por su libertad, de la determinación del instinto
y de la producción en un mecanismo planificado y de orden social. Frente a la impotencia
del viejo materialismo, limitado por la simple importancia del mundo y una conciencia
contemplativa separada de la realidad material, era importante para José Carlos
Mariátegui encontrar una solución a estos problemas teóricamente contradictorios en el
Perú, y esto solo puede hacerse en la práctica, a través de una apretada síntesis del
materialismo histórico y sus principios esenciales, su primera experiencia concreta:
«Defensa del Marxismo», «Ideología y Política» y «Temas de Nuestra América». Y, por
tanto, no es en absoluto una tarea de conocimiento, sino una tarea de la praxis científico-
social y anatomía de la sociedad civil; que la filosofía no puede resolver. La metamorfosis
del materialismo filosófico a la teoría del materialismo histórico de Mariátegui, continua
con el propósito de Marx, producir un tipo de hombre pensante y operante, de acento
Revista del Mar Caribe, Vol. 1, Núm. 1, julio-diciembre, Año 2025, ISSN (en trámite)
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volitivo, heroico y creador, siendo la principal convicción de este materialismo, próximo
al realismo científico moderno del nuevo mundo, génesis del nacionalismo y el hecho
nacional como «concepción materialista de la historia», promulgado primero por Engels
en 1892, siendo Mariátegui la traslación directa del análisis a la práctica política.
Palabras clave: nacionalismo, clase, humanismo, espíritu, volitivo
Abstract:
As a first approximation, and paying attention only to his central philosophical themes,
Marx developed a practical or transformative materialism, in which the thesis is that
humans differ from common animals by their freedom, the determination of instinct, and
the production within a planned mechanism of social order. In the face of the impotence
of the old materialism, limited by the simple importance of the world and a contemplative
consciousness detached from material reality, it was important for José Carlos Mariátegui
to find a solution to these theoretically contradictory problems in Peru, and this can only
be done in practice, through a tight synthesis of historical materialism and its essential
principles. His first concrete experience was with "Defense of Marxism", "Ideology and
Politics", and "Themes of Our America". Moreover, therefore, it is not at all a task of
knowledge, but a task of the scientific-social praxis and anatomy of civil society, which
philosophy cannot solve. The metamorphosis from philosophical materialism to
Mariátegui's theory of historical materialism, continues with Marx's purpose, to produce
a type of thinking and active man, with a volitional, heroic and creative accent, being the
main conviction of this materialism, close to the modern scientific realism of the new
world, the genesis of nationalism and the national fact as a "materialist conception of
history". First promulgated by Engels in 1892, Mariátegui's work represents the direct
translation of analysis into political practice.
Keywords: nationalism, class, humanism, spirit, volitional
Introducción
Marx nunca se propuso desarrollar una teoría filosófica de explicación histórica
como herramienta para implementar sus ideas políticas y revolucionarias; su obra es, en
parte, filosófica debido a sus especulaciones. No se trata de los sistemas en sí, sino del
concepto de materialismo, nacido dialécticamente como antítesis del idealismo de Hegel.
Para Croce (1914), la conexión entre estos dos conceptos le parece puramente
psicológica, ya que el hegelianismo fue el precursor del joven Marx y es natural que cada
uno de ellos incorpore nuevas ideas a viejos pensamientos, como un desarrollo, una
corrección o una antítesis, que busca reconstruir la visión histórica del pensamiento
humanista. “Pero no es el marxismo sólo una filosofía del hombre con pretensiones de
universalidad y totalidad, sino, y por esto precisamente, el marxismo incide en toda la
dimensión humana porque es también una religión del hombre” (Serrano, 1976, p. 140).
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“¿Cuántos materiales, cuántos trabajos, cálculos, siglos saqueados, cuántas
vidas heterogéneas sumadas han sido necesarios para que fuese posible ese carnaval y
se le entronizara como forma de la suprema sabiduría y triunfo de la humanidad? De
la libre coexistencia, en todos los espíritus cultos, de las ideas más desemejantes, de los
más opuestos principios de vida y de conocimiento………Es eso lo que caracteriza una
época moderna…” (Valéry, 1990, p. 137). Con base en esto, utilizando un lenguaje
bíblico, el poeta expresó así esta línea genealógica: Y este fue Kant que engendró a
Hegel, el cual engendró a Marx, el cual engendró a…” (Ídem, p. 137).
Todavía era demasiado pronto para ser cautos y no insistir en estas elipsis, tal
como llegaron a los descendientes de Marx. En cuanto a José Carlos Mariátegui, quizás
no consideró, en su momento, demasiado audaz esta forma de perfeccionar su
pensamiento: “El materialismo histórico reconoce en su origen tres fuentes: la filosofía
clásica alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés. Este es
precisamente el concepto de Lenin. Conforme a él, Kant y Hegel anteceden y originan a
Marx primero y a Lenin después, añadimos nosotros de la misma manera que el
capitalismo antecede y origina al socialismo a la atención que representes tan conspicuos
de la filosofía idealista como los italianos Croce y Gentile han dedicado al fondo
filosófico del pensamiento de Marx. No es ajena ciertamente esta afiliación evidente del
materialismo histórico, la dialéctica trascendental de Kant preludia en la historia del
pensamiento moderno, la dialéctica marxista” (Mariátegui, 1969a, p. 39).
El método dialéctico no sólo es diferente de la síntesis hegeliana, sino que también
en contraste con Hegel, el proceso de pensar que se convierte en el nombre de las ideas,
en un tema independiente, es una realidad creativa, más bien su expresión externa. Sin
embargo, esta idea no es más que el mundo material traducido y transformado por el
cerebro humano, ciertamente, fingiendo que sus críticas no se aplican, para presentar la
teoría del materialismo histórico. Historia, pero en opinión de Mariátegui, Marx nunca
supo que estaba separado, aunque el materialismo histórico y los signos deberían buscarse
en el tono dominante de su especulación y conferencia, y aquí tocamos su error básico;
su rechazo de la filosofía era una creencia mística de que todo se redujo por completo a
la investigación y a la revolución socialista que no necesitaba filósofos, sino técnicos.
En este sentido, el empeño de quienes, “condenan sumariamente al marxismo como un
simple producto del racionalismo del siglo XIX, no puede ser, pues, más precipitado y
caprichoso. El materialismo histórico no es, precisamente, el materialismo metafísico o
filosófico, ni es una filosofía de la historia, dejada atrás por el progreso científico. Marx
no tenía porque crear más que un método de interpretación histórica de la sociedad
actual” (Ídem, p. 40).
Para Mariátegui (1969), sin la doctrina del materialismo histórico, el socialismo
no podrá escapar del impasse filosófico y del viejo materialismo. Esto es inevitable
porque no entendió claramente la necesidad de establecer leyes de evolución y de
movimiento que sean más fáciles que cualquier camino idealista reaccionario. Por el
contrario, Eastman (2019) explica que el hegelianismo es un demonio que necesita
abandonar el cuerpo del marxismo, exorcizándolo para convertirlo en un hombre de
ciencia, y que el marxismo representa la transición del socialismo utópico a una religión
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socialista, un plan para unir a los creyentes, quienes automáticamente crearán una
sociedad mejor y quienes creen solo pueden seguir el camino de este Universo.
“El marxismo, donde se ha mostrado revolucionario, vale decir, donde ha sido
marxismo, no ha obedecido nunca a un determinismo pasivo y rígido” (Mariátegui,
1969a, p. 67). Marx no solo pudo proponer una política práctica y así llegar a demostrar
que el proceso en conduciría al socialismo, esto siempre se ha entendido como un
requisito previo para preparar mental e intelectualmente a los marxistas para lograr este
objetivo a través de la lucha de clases. Este “fenómeno social” en palabras de Manuel
González Prada (2021a) en su libro Anarquía–, radica en comprender o más bien dicho,
en hallar las leyes, reside toda la fuerza del hombre…..… activando la evolución,
efectuando revoluciones (p. 87). Liebknecht dijo: “En el mundo no hay sino dos
patrias: la de los ricos y la de los pobres” (González Prada, 2016, p. 27).
Esto no es más que la ideología revolucionaria y la reacción, el determinismo
marxista de Jose Carlos Mariátegui, quien en su defensa del marxismo, aboga por la
conquista de la juventud, las sociedades y a la respuesta-reflejo sobre la actitud frecuente
de los intelectuales que se entretienen en roer la bibliografía marxista, es la de exagerar
interesadamente el determinismo de Marx” (Mariátegui, 1969a, p. 65).
“Tenemos ahora una abundante filosofía de la reacción; pero para su tranquilo
florecimiento ha sido necesaria, previamente, la reacción misma” (Ídem, p. 135). La
génesis y el fin de las sociedades dependen de un determinismo inflexible, similar a la
germinación de una semilla, en el que la voluntad del sujeto, individuo u hombre, puede
modificarse o resultar efectiva para crear “fuerzas sociales”, como enunciaron Engels y
González Prada. “Por un lado, Mariátegui buscaba construir nuevos modelos de gestión
a fin de democratizar el acceso a los objetos culturales y, por otro, sostenía que un
verdadero cambio social no era posible sin una verdadera transformación en los hábitos
heredados, en la sensibilidad y en los imaginarios sociales” (Vich y Mariátegui, 2023,
p. 62).
Para Mariátegui, este imaginario social “anuncia y prepara la literatura y la
ideología, el arte y pensamientos nuevos……… dentro de lo natural y conveniente
variedad de temperamentos y personalidades, el mismo íntimo acento sentimental, se
cumple un fenómeno espiritual….” (Mariátegui, 1969b, p. 166). Este fenómeno nacional
(Perú) no es espiritualmente distinto ni separado del fenómeno global de 1789 y 1919
(revolución rusa y francesa), “de él recibe su fermento y su impulso” (Ídem, p. 167). Nace
entonces la propaganda y crítica socialista en el Perú de 1919, tenemos el deber de
reivindicar, como historiógrafos, las grandes jornadas del proletariado nacional. La de
Mayo de 1919 es una de ellas. Nuestro joven y estimado compañero, debuta con acierto
al elegirla para su primer ensayo de historiografía de la lucha de clases en el Perú”
(Martínez de la Torre, 1919, como se citó en Mariátegui, 1969b, p. 183).
Para los autores, el materialismo socialista contiene en todas las posibilidades
de ascenso espiritual, moral y filosófico en los campos del tiempo, la historia y la
dialéctica; en fin, el socialismo está profundamente arraigado en la tradición americana
de la cuestión social o la lucha de clases, “debido a que de él dependerá el tipo de
reivindicación revolucionaria que surja de las clases oprimidas” (Harnecker, 1972, p.
9).
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“Reconocida la insuficiencia de la política para realizar el bien mayor del
individuo, las controversias y luchas sobre formas de gobierno y gobernantes, quedan
relegadas a segundo término, mejor dicho, desaparecen. Subsiste la cuestión social, la
magna cuestión que los proletarios resolverán por el único medio eficaz la revolución.
No esa revolución local que derriba presidentes o zares y convierte una República en
monarquía o una autocracia en gobierno representativo; sino la revolución mundial, la
que borra fronteras, suprime nacionalidades y llama la Humanidad a la posesión…”
(González Prada, 2021b, p. 44).
En términos de Revolución, esta definición consolida intelectualmente la difusión
de los principios del materialismo histórico como una función embrionaria del
pensamiento: “El intelectual necesita apoyarse, en su especulación, en una creencia, en
un principio que haga de él un factor de la historia del progreso. Es entonces cuando su
potencia de creación puede trabajar con la máxima libertad consentida por su tiempo”
(Mariátegui, 1969a, p. 13).
En síntesis, las biografías de Marx, Lenin y otros mil oponentes del socialismo no
pueden ser envidiadas por su belleza moral, por su plena afirmación de valentía o por la
historiografía de héroes como Sorel, que anteriormente actuaron espiritual o
religiosamente, en el sentido clásico de la palabra. El objetivo de este ensayo es analizar
el problema moral, espiritual, filosófico y político del materialismo histórico de Marx,
desde la concepción y la práctica de la defensa de José Carlos Mariátegui, como base del
conocimiento y del criterio de la verdad.
La filosofía moderna y el marxismo
Para Henri de Man (1939), el marxismo surgió en una era en la que el dominio
del conocimiento intelectual, iniciado por el humanismo y la reforma, alcanzó su punto
máximo mediante el método racional. Y expone que “Marx hizo una síntesis psicológica
del pensamiento filosófico de su época” (p. 307). La teoría y la política de Marx
ciertamente se basaron en la ciencia, no en el cientificismo, el marxismo descubrió la
realidad natural, histórica y lógica de las contradicciones; y al mismo tiempo, trae
conciencia sobre el mundo moderno en el que las contradicciones son tan obvias. Para
Lefebvre (1961), el mundo moderno caerá inevitablemente en el absurdo si no situamos
la teoría de las contradicciones y su superación en el centro de nuestros intereses. El
marxismo surgió en la historia estrechamente asociada con la forma, y la actividad
humana ha arrojado luz sobre la lucha entre el hombre y la naturaleza, es decir, la vasta
industria moderna con todos los problemas que de ella se derivan.
Hegel volvió al concepto filosófico de alienación, pero Marx le dio un significado
dialéctico, racional y positivo. Este es el aspecto filosófico más importante del marxismo,
poco comprendido pese a su popularidad. “El pensamiento categorial del marxismo se
mueve siempre por parejas. Como en Hegel, vemos que cada categoría se opone a otra,
teniendo una relación de causalidad con una tercera que pertenece a otra pareja. Así, la
pareja categorial Burguesía-Proletariado forma un grupo
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con la pareja Capitalismo-Socialismo (Henri de Man, 1939, p. 30). En teoría, la
entidad moral y el ser gramatical, en esencia denominado «sociedad», han sido revestidos
de atribuciones que sólo tienen existencia (Marx, 1970).
El mérito histórico de Marx es que, en este sentido, el proletariado no sólo dio al
movimiento una conciencia de su naturaleza de la que antes carecía, sino que también
creó el concepto mismo de espíritu revolucionario en la sociedad industrial moderna.
Marx sólo podía imaginar o proponer una política práctica y, por lo tanto, fue más allá al
mostrar que el proceso económico capitalista en sí, cuanto más plena y vigorosamente se
llevara a cabo, conduciría al socialismo; pero siempre entendió que la preparación
espiritual e intelectual del proletariado para lograrlo mediante la lucha de clases era la
condición para el nuevo orden.
Para Tilgher (1978), antes de Marx, el mundo moderno había llegado a un punto
en el que parecía que ninguna doctrina política o social podía contradecir la historia y la
ciencia. El declive de las religiones se debe claramente a su distancia cada vez mayor
respecto de la experiencia histórica y científica. Y sería absurdo exigir que un concepto
político sumamente moderno en todos sus elementos, como el socialismo, sea indiferente
a este orden de consideraciones.
“Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, esto es, el derecho a
rechazar la obediencia, y resistirse al gobierno cuando es tirano o su ineficiencia es
grande e intolerable” (Thoreau, 2021, p. 21). Según estas necesidades, la filosofía,
independientemente de sus intenciones, se considera dependiente de cambios históricos
en la estructura desde la perspectiva desde la cual debe surgir una nueva filosofía
auténtica. “Sin embargo, la inautenticidad, quiérase o no, sigue presente en cuanto es
enfocada con una lógica formal, de enfrentamiento y no de absorción. No se niega la
filosofía de la dependencia dentro de una lógica como la de Hegel y Marx, una lógica
dialéctica, reconstruyendo la filosofía mediante una negación asimiladora. Por el
contrario se intenta, una y otra vez, partir de una nada que no existe” (Zea, 2014, p. 287).
Aunque en diferentes épocas, tomando la idea de la filosofía liberadora de
Leopoldo Zea, Mariátegui abogaba por formar conciencia de clase, esta es su ideología y
política, que se transfigura en solidaridad con todas las reivindicaciones fundamentales
de clase, entre la revolución y la disciplina. El espíritu revolucionario es constructivo. “Y
se traduce, además, en disciplina. No hay solidaridad sin disciplina. Ninguna gran obra
humana es posible sin la mancomunidad llevada hasta el sacrificio de los hombres que
la intentan” (Mariátegui, 1969b, p. 115).
He aquí la evidencia y necesidad de absorber la ética y socialismo del Marxismo
moderno, de cara a la era post Mariátegui, un ejemplo histórico, la sublevación militar del
17 de julio de 1936 en España: “Las vivencias y creencias de las izquierdas eran muy
distintas, porque jamás habían pensado en hacer la guerra sino en llevar a cabo la
revolución liberal, marxista o ácrata y fueron sorprendidas por la guerra” (Cardona,
2003, p. 45). “Esto es precisamente lo que hace la realidad: las relaciones sociales, las
relaciones de poder y las tendencias de evolución que se expresan en esa realidad no son
en momento alguno lo que eran en el precedente; todo ello se halla sometido a una
transformación constante que es el hecho de todo desenvolvimiento” (Henri de Man,
1939, p. 324).
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De hecho, cuando Mariátegui escribió En defensa del marxismo (1928), cuatro
años antes se publicó Principios del leninismo (1924), se podría hablar de esa tendencia
de evolución de Henri de Man y coincide con la filosofía de la praxis de Gramsci en Il
nostro Marx de 1918-1919 que supo definir el rasgo sustancial de la doctrina marxista
permanentemente abierta a lo nuevo o lo que es para Frondizi el marxismo como
humanismo; comparten entonces para la época una atmósfera político-cultural. Para
Cospito (2016), constituirían el punto de apoyo de la glosa gramsciana del materialismo
histórico e intelecto análogo de Mariátegui para la formación de voluntades colectivas
permanentes.
Sin embargo, fue el intento de preservar el rigor del concepto de marxismo como
ideología abierta, en el que Mariátegui proponía la protesta como un movimiento interno
y necesario de la ortodoxia, y Gramsci exploraba las alternativas contenidas en las ideas
dominantes como un pensamiento autosuficiente. Tales propuestas sólo podían
entenderse dentro del nuevo espacio en el que se estaba desarrollando el marxismo, que
incluía una reacción ante el urgente castigo dogmático que comenzó a invadir el horizonte
marxista a finales de 1920.
En la historia de los hombres, escrita no sólo fuera del campo marxista, sino
también participando en el debate general contra él, “Marx y la Revolución Francesa”
(1986) de Furet, se propuso llegar a un acuerdo sobre cuestiones políticas y teóricas, al
igual que Mariátegui. Ambos pretenden mostrar las dificultades y supuestas
contradicciones que Marx pudo haber descubierto para comprender la revolución y el
proceso histórico que surgió con ella en un enfoque dinámico de la fuerza del capitalismo;
así como la lucha de clases que influyeron en los cambios sociopolíticos en Perú de 1919
y Francia de 1879, épocas de revolución, donde las relaciones de producción fueron la
base material de la sociedad. Sin embargo, en la praxis marxista de los hombres existe la
tendencia irresistible a espiritualizar esta base material, porque el materialismo histórico
“surgió de la necesidad de darse cuenta de una determinada configuración social, no ya
de un propósito de investigación de los factores de la vida histórica; y se formó en la
cabeza de políticos y revolucionarios…” (Croce, 1914, como se citó en Mariátegui,
1969a, p. 41).
Los hombres somos quienes somos porque, en las condiciones de nuestra
civilización, somos entidades, producto de análisis ontológicos, psicológicos y
fenomenológicos, que resuelven problemas comunes del materialismo filosófico,
apoyados en el historicismo y en visiones prácticas del ideal del Estado político, sistema,
convivencia y existencia social. Marx está vivo en la lucha que por la realización del
socialismo libran, en el mundo, innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina.
La suerte de las teorías científicas o filosóficas, que él usó, superándolas y
trascendiéndolas, como elementos de su trabajo teórico, no compromete en lo absoluto
la validez y la vigencia de su idea” (Mariátegui, 1969a, p. 41).
El idealismo materialista
El materialismo dialéctico histórico ofrece primero una crítica de los sistemas
éticos del pasado y luego una orientación teórica y práctica para la creación de una nueva
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ética. En cierto sentido, los sistemas morales del pasado, reconstruidos por los
historiadores, expresaban ciertas e inevitables condiciones de existencia en el espíritu
histórico. Aunque las condiciones de implementación del poder humano no son dadas ni
inalcanzables, el poder humano sobre la naturaleza sigue siendo limitado (Lefebvre,
1961). El marxismo no es simplicista ni ortodoxo, como lo plantea Henri de Man, quien
pretendió espiritualizarlo. Sin embargo, Mariátegui afirma que “yo mismo he hecho su
experiencia en las primeras etapas de mi indagación del fenómeno revolucionario….
Pero, aun sin avanzar prácticamente en esta indagación, basta meditar en la naturaleza
de los elementos de que ese juicio se contenta, para advertir su nulidad” (Mariátegui,
1969a, p. 101).
“La primera proposición falsa en esta meditación es la de suponer que una
concepción materialista del universo no sea apta para producir grandes valores
espirituales…..La historia contradice, con innumerables testimonios, este arbitrario
concepto” (Ídem, p. 103). En Mariátegui, la obra filosófica soviética en sus declaraciones
y objetivos tocó los límites contemporáneos del racionalismo y el espiritualismo, si los
objetivos del racionalismo y el espiritualismo tienen significado socialista para mejorar y
realzar la vida del nuevo proletariado urbano, partiendo de la experiencia de Trotsky
(1962): “La revolución se ha distinguido siempre por su falta de urbanidad;
seguramente, porque las clases dominantes no se han preocupado a su tiempo de enseñar
buenas maneras al pueblo” (p. 120).
A este respecto, Heidegger buscó satisfacer la necesidad de una cosmovisión
superlógica mediante Hegel y su concepto historizado del espíritu, en oposición a Marx.
El término alude a las preocupaciones teológicas de Heidegger y, además, a su deseo de
pensar filosóficamente la relación entre lo absoluto y la historia (Capelle-Dumont, 2012).
En Kant, lo absoluto es una exigencia de la razón humana en un doble sentido:
incondicional, no objeto de percepción objetiva, y al servicio de ideas trascendentales.
Kant conduce a una visión de armonía entre naturaleza y cultura que, si bien expresa sus
propios puntos de vista, que pueden haber sido los del idealismo alemán, no dista mucho
de la expresada por Rousseau en su estudio más sistemático, partiendo de la afirmación
de que uno debe elegir entre la formación del hombre y del ciudadano (Kant, 1978;
Burgelin, 1974).
En La ciencia de la gica, Hegel adopta una postura profundamente crítica
hacia el concepto kantiano de las cosas en mismas. Lenin señala que en esta obra, la
más idealista de todas las obras de Hegel, “… Hay menos idealismo y más materialismo
que en ninguna otra…” (Lenin, 1979, p. 227). Si bien es cierto que, a pesar de los
esfuerzos de Kant por superar las deficiencias del racionalismo metafísico y del
materialismo mecanicista moderno, su idealismo crítico fue incapaz de superar estas
limitaciones. Las objeciones de Hegel al subjetivismo y agnosticismo de Kant también
son correctas, y, plantea un profundo desafío al idealismo como idealismo en general para
la sociedad. En el centro de la cuestión de la lucha de clases está la postura consciente,
activa y autocrítica del proletariado, tema expresado por Luxemburgo (2008): “La
función de fuerza motriz revolucionaria fue asumida desde el primer momento por las
masas del proletariado urbano, pero sus reivindicaciones no se agotaban en los confines
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de la democracia política, sino que apuntaban a las cuestiones candentes de la política
internacional: la paz inmediata” (p. 28).
En este contexto, Mariátegui (1969a) expresa que “Las clases que se han sucedido
en el dominio de la sociedad, han disfrazado siempre sus viles materiales con una
mitología que abonaba el idealismo de su conducta. Como el socialismo, consecuente
con sus premisas filosóficas, renuncia a este instrumento anacrónico, todas las
supersticiones espiritualistas se amotinan contra él, en un cónclave de fariseísmo
universal….” (p. 105). En definitiva, para Mariátegui la filosofía idealista histórica es la
filosofía de una sociedad libre. Mientras tanto, para los marxistas peruanos, una nueva
generación de socialistas comenzaba a escribir sus autobiografías, el mito de una nueva
sensibilidad, “que en el orden social e ideológico prefiere llamarse nuevo espíritu”
(Ídem, p. 111).
Con el nacimiento de una corriente socialista y la aparición de una conciencia de
clase en el proletariado urbano, interviene ahora en el debate un factor nuevo que modifica
sustancialmente los términos del materialismo filosófico y abre el telón para la razón y
emancipación de Karl Marx, “La historia de todas las sociedades anteriores a la nuestra
es una historia de lucha de clases” (Marx y Engels, 2023, p. 315). Se puede decir que,
en 1844, Marx era, temáticamente, un Marx completo, un revolucionario. Contenía lo que
Lenin denominó las “fuentes y partes” del marxismo. Esta es la energía transformadora
de la sociedad moderna, el principal motor filosófico que impulsa su estructura (Sacristán
et al., 2020). Marx fue pionero en este tipo de acción y pensamiento, luego nacieron,
Lenin, Trotsky, Bukharin y Lunacharsky en Rusia, Arcó en Argentina, Gramsci en Italia
y Mariátegui en Perú, quienes fueron filósofos de la teoría y la práctica, es decir, de la
literatura y la revolución, entre ellas la más sobresaliente, Trotsky (1962): “Sólo desde la
cúspide de la teoría podemos abrazar con la mirada esta lucha y comprenderlas
exactamente” (p. 183) y Aricó (1980) inspirado en el fenómeno marxista de América
Latina: “…El hecho mismo de que podamos hablar sin grandes riesgos del marxismo en
pero que nos resulte extremadamente complicado tratar de definir en qué consiste si
aceptamos su existencia el marxismo de América Latina no es otra cosa que una
expresión gramatical de una dificultad histórica real. Internarnos en el problemático
terreno de la “perplejidad” marxiana no significa por esto un estéril ejercicio de
erudición filológica, sino una tentativa probablemente fructífera por sus implicancias
teóricas y políticas de alcanzar una definición más articulada de los contornos precisos
de la problemática. Y a partir de ésta resultará posible reconstruir de una manera nueva
toda la historia del socialismo latinoamericano …”. (Aricó, 2009, p. 84)
En relación con eso, Mariátegui (1969a) reafirma en el Perú, la ética y el
socialismo marxista: “No son nuevos los reproches al marxismo por su supuesta anti-
eticidad, por sus móviles materialistas, por el sarcasmo con que Marx y Engels tratan en
sus páginas polémicas la moral burguesa” (p. 55). El idealismo materialista de
Mariátegui se sustenta en las raíces hegelianas del pensamiento de Marx, lo que nos lleva
de inmediato a pensar en la idealidad y la absolutidad de la moral en el sentido filosófico,
como condición necesaria del socialismo. En definitiva, “…si el propio Mariátegui se
concebía a mismo como un combatiente, es decir, como un político práctico, es en el
sitio teóricamente privilegiado de su práctica política, allí donde se conjuga pensamiento
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y acción, donde debemos buscar el real significado de su conciencia crítica de la
sociedad, el sentido fundante de la unidad de sus propuestas…” (Aricó, 2020, p. 299)
El determinismo marxista y la sustancia revolucionaria
Es un requisito de la corriente marxista que las ideologías tengan un grado
suficiente de supervivencia y respuesta activa a las circunstancias sociales que las
condicionasen, esto significa, una cierta autonomía en relación con las estructuras de base.
En ese marco, Stalin (1947) describe que las nuevas ideas y teorías sociales surgen solo
cuando el desarrollo de la vida material de la sociedad establece nuevas tareas en misma
y, es porque son necesarias para la sociedad; porque sin su esencia transformadora sería
imposible vislumbrar el desarrollo de la vida material de la sociedad.
El marxismo dialéctico, a partir de Engels como ontología marxista, tomó como
punto de partida la unidad con el universo entero. Y no hay duda de que, para Hegel, el
espíritu es el punto de partida, pero como vocación; la dialéctica es la misma que su
historia. Para los marxistas, por otra parte, lo que más importa es que la materia es
indispensable en la acción, y la dialéctica, “.... así se aplique a la historia de las especies
o a la evolución de las sociedades humanas, no es, sino el reconocimiento del devenir
parcial de uno de los modos de esa realidad” (Sartre, 1946, p. 20). Los análisis
deterministas de la historia se basan en una comprensión parcial del marxismo clásico de
las etapas del desarrollo histórico, como se expresa en el «Prólogo a la Contribución a la
Economía Política» (Tanoni, 2019).
“El acto revolucionario nos obliga, pues, a trascender en la unidad de una
síntesis la oposición entre el materialismo que puede dar cuenta de la disgregación de
una sociedad, pero no de la construcción de otra y el idealismo, que confiere al hecho
una existencia de derecho” (Sartre, 1946, p. 55).
La filosofía revolucionaria, superior tanto al pensamiento idealista, que es liberal
y ortodoxo, como al mito materialista, puede haber satisfecho alguna vez a las masas
oprimidas, al pretender ser la filosofía del pueblo en general. Y esto es muy natural; si
fuera cierto, sería universal. La confusión del materialismo es que pretende ser tan rápido
como la ideología de clase para afirmar ser una expresión de la verdad absoluta. Pero la
sustancia revolucionaria, cuando fue engendrada por la lucha de clases (determinismo
histórico y/o marxismo), tenía una posición privilegiada; ensalzar a la sociedad y requerir
la unidad de grupos étnicos, de clases, en definitiva, la emancipación de todas las clases
y nutrir las acciones del levantamiento contra la opresión, para transfigurarse en la
metafísica de las personas libres (el paso del materialismo filosófico a la teoría del
materialismo histórico).
La sustancia revolucionaria requiere que las masas tomen su libre destino y a
plenitud. “Marx no podía concebir ni proponer sino una política realista… Antes que
Marx, el mundo moderno había arribado ya a un momento en que ninguna doctrina
política y social podía aparecer en contradicción con la historia y la ciencia”
(Mariátegui, 1969a, p. 67). He aquí a Mariátegui, considerado el primer marxista de
América Latina, que, manifiesta en sustancia, “la adopción de un neo-revisionismo, la
crítica idealista que reivindica la acción de la voluntad y el espíritu” (Ídem, p. 66). Para
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Mariátegui, este revisionismo marca el determinismo marxista, aprovechando la posición
de la intelectualidad liberal para exagerar, de manera interesada, el determinismo de
Marx.
“Los revisionistas substituyeron la dialéctica, es decir, la doctrina sobre el
desarrollo a base de las contradicciones internas y de los saltos, por un vulgar
evolucionismo que concibe el movimiento como un simple proceso de aumento, como una
evolución lenta y gradual (Rosental y Ludin, 1960, p. 443). En este punto, al determinar
teóricamente la conciencia proletaria a partir de las condiciones materiales, esta no
debería variar según el significado limitado de la lucha de clases, sino, por el contrario,
en función de la situación política abierta (Luxemburgo, 1915). En consecuencia al
fenómeno social del determinismo, Mariátegui (2023) expone: El concepto difuso y
urgente de que el mundo entraba en un ciclo nuevo, despertaba en los jóvenes la ambición
de cumplir una función heroica y de realizar una obra histórica” (p. 131), esto con base
en la ideología y reivindicaciones de la reforma universitaria en Córdoba, Argentina;
suscitado entre 1926 y 1927 y, el autor afirma: “El proceso de la agitación universitaria
en la Argentina, el Uruguay, Chile, Perú, etc., acusa el mismo origen y el mismo impulso.
La chispa de la agitación es casi siempre un incidente secundario; pero la fuerza que la
propaga y la dirige viene de ese estado de ánimo, de esa corriente de ideas que se designa
no sin riesgo de equívoco con el nombre de nuevo espíritu” (Ídem, p. 131).
Es lógico que la nueva generación sienta estos temas con una intensidad y pasión
desconocidas para las generaciones anteriores. Y si bien las opiniones de las generaciones
anteriores, de acuerdo con el ritmo de su época, eran evolutivas y pasivas, las de la nueva
generación son espontáneamente revolucionarias. Este es el materialismo, instrumento de
acción, de verdad y de orden pragmático, como expresión de las necesidades y tareas de
clase, se convierte en una perspectiva, es decir, una fuerza motriz, cuya realidad objetiva
se mide por el poder de su acción, la sustancia revolucionaria: el método. El método es la
fuerza absoluta, única, suprema, objetiva e infinita a la que ningún objeto puede resistir;
es la tendencia de la mente a buscarse y reconocerse en todo (Hegel, 1816, como se citó
en Friedrich y Pajuelo, 2023).
¿Pueden existir decisiones volitivas cuya esencia no se expresa de ninguna forma,
sino que solo se manifiesta? La revista “Amauta” trata sobre Mariátegui en el campo
intelectual: “En el Perú se siente desde hace algún tiempo una corriente, cada día más
vigorosa y definida, de renovación. A los feautores de esta renovación se les llama
vanguardistas, socialistas, revolucionarios, etc. La historia no los ha bautizado
definitivamente todavía. Existen entre ellos algunas discrepancias formales, algunas
diferencias psicológicas. Pero por encima de lo que los diferencia, todos estos espíritus
ponen lo que los aproxima y mancomuna: su voluntad de crear un Perú nuevo dentro del
mundo nuevo. La inteligencia, la coordinación de los más volitivos de estos elementos,
progresan gradualmente. El movimiento intelectual y espiritual adquiere poco a pocos
organicidad. Con la aparición de “Amauta” entra en una fase de definición” (Editorial
de “Amauta”, 1926, como se citó en Mariátegui, 1969b, p. 237). La expresión pura,
simple como tal, en su separación y anatomía de su esencia, y, además, en la medida en
que es capaz de manifestarse y revelarse, está determinada de manera arbitraria, variable
y, por tanto, necesaria como es y como resultado, el determinismo marxista y la sustancia
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revolucionaria. En Fichte (1808), como se citó en Fichte (2013), esta esencia se
manifiesta en la verdadera filosofía: “Lo que en verdad eres interiormente, externamente
a tu vista y no serías nunca capaz de ver otra cosa” (p. 312). “A primera vista, toda
decisión volitiva aparece como primero, de ninguna manera como segundo y
consecuencia de un primero, como su fundamento…o la esencia misma entra
manifestándose en esta manifestación de una decisión volitiva….” (p. 313).
Y estas constantes influencias del volitivo, el espíritu y la madurez política de las
masas para Bukharin (2021), suele tener su vanguardia, formada por sus miembros más
conscientes de clase y que constituyen los partidos políticos que compiten por el dominio
de la sociedad. Normalmente, la clase dominante, las clases oprimidas y las clases medias
tienen cada una su propio partido. Dado que dentro de cada clase existen diversos grupos,
es obvio que una clase puede tener varios partidos, aunque el más permanente y
fundamental de sus intereses sólo pueda expresarse en un partido, según el determinismo
marxista y la sustancia revolucionaria. En resumen, la defensa del marxismo que hace
Mariátegui afirma que los límites y funciones del determinismo marxista han sido
establecidos desde hace mucho tiempo como una táctica socialista: “El carácter
voluntarista del socialismo no es, en verdad, menos evidente, aunque menos
entretenido por la crítica, que su fondo determinista” (Mariátegui, 1969, p. 69).
Conclusión
La novedad del marxismo, desarrollado por Mariátegui y que sigue de cerca
diversas realidades, radica precisamente en que es un pensamiento o concepción integral
del hombre. La metáfora, aunque abiertamente marxista, también explora áreas en las que
Marx estuvo ausente: el depósito de esbozos significativos sobre el papel del mundo
colonial oprimido en el proceso de liberación social. Esta transición del materialismo
filosófico a la teoría del materialismo histórico del nuevo mundo, consistió en desarrollar
las bases del socialismo pluricultural. “La reelaboración del marxismo que lleva a cabo
Mariátegui ha hecho que sea calificado con frecuencia como marxista heterodoxo”
(Ruíz, 2015, p. 255). La característica del marxismo de Mariátegui es que lo entendió no
como una ciencia ni como un sistema cerrado de ideas, sino como un método de
explicación histórica de la dimensión humana. Esto presupone el rechazo de toda
interpretación del marxismo como materialismo dialéctico y como filosofía de la historia.
Mariátegui entiende el marxismo como una teoría abierta de la relación entre teoría,
práctica e identidad suprahistórica.
El carácter latente y parcial de la producción filosófica de Marx fue compensado
por los escritos de Mariátegui, superando toda la ética, la metafísica y estética en la
interpretación materialista y relativismo cultural de América Latina, es decir, en la
defensa del marxismo, función ética del socialismo, moral y alma revolucionaria
constructiva, germen del pensamiento con un instrumental dogmático que responde más
allá del marxismo. “Una sola cosa vale -decía Ibsen-: revolucionar las almas” (González
Prada, 2021a, p. 22).
Bibliografía
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El materialismo histórico desde Hegel hasta Marx: Análisis
gramsciano
Historical Materialism from Hegel to Marx: Gramscian Analysis
Ysaelen Josefina Odor Rossel
https://orcid.org/0000-0003-3160-3106
acutis@acutisianos.com
Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Venezuela
Resumen:
El ensayo recoge escritos filosóficos, en sentido estricto, de Marx, Engels, Hegel,
Feuerbach y Gramsci y, concretamente, aquellos en los que se expone con mayor claridad
lo que se ha dado en llamar el historicismo del pensamiento marxista. No obstante, la
crítica althusseriana se ha realizado precisamente a través de la obra de Gramsci. Se
visualiza una realidad interpretada a partir del materialismo histórico-dialéctico, del
comunismo, de la alienación, de la objetividad y de la libertad, entre otros conceptos
básicos del pensamiento marxista. El historicismo marxista, germen del gramsciano, se
sitúa de lleno en la gran lucha actual por superar la crisis de la filosofía de la praxis. El
historicismo tuvo, entonces, un carácter eminentemente izquierdista y el legado de Marx
nos obliga a distinguir entre el nivel de pensamiento filosófico y la voluntad de rechazar
las doctrinas que se han convertido en ideologías que sirven a la justificación política del
socialismo moderno. La filosofía marxista de la praxis ofrece evidencia de un momento
que está a un paso de lo que se necesita: el reino de la libertad de Gramsci, desdibujado,
a su vez, por Croce y Godelier. En este sentido, el materialismo histórico, liberado de sus
nociones anticuadas de mecanicismo y determinismo, es o se desarrolla como una
filosofía que busca asumir el control total del proceso social.
Palabras clave: sociedad, libertad, determinismo, praxis, materialismo histórico.
Abstract:
The essay brings together philosophical writings, in the strict sense, by Marx, Engels,
Hegel, Feuerbach, and Gramsci, specifically those in which what has come to be called
historicism in Marxist thought is most clearly articulated. However, the Althusserian
critique has been made precisely through the work of Gramsci. It visualizes an interpreted
reality based on historical-dialectical materialism, communism, alienation, objectivity,
and freedom, among other fundamental concepts of Marxist thought. Marxist historicism,
the seed of Gramscian historicism, is situated squarely in the great current struggle to
overcome the crisis of the philosophy of praxis. Historicism had, then, an eminently leftist
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character, and Marx's legacy forces us to distinguish between the level of philosophical
thought and the will to reject doctrines that have become ideologies serving the political
justification of modern socialism. The Marxist philosophy of praxis provides evidence of
a moment that is one step away from what is needed, Gramsci's reign of freedom, which
is then blurred in turn by Croce and Godelier. In this sense, historical materialism, freed
from its antiquated notions of mechanicism and determinism, develops into a philosophy
that seeks to assume total control over the social process.
Keywords: society, freedom, determinism, praxis, historical materialism.
Notas preliminares sobre el estado, alienación, materialismo histórico;
una contraposición de Marx, Feuerbach, Croce y Hegel
Históricamente, el materialismo ha ido ligado al desarrollo de las ciencias y ha
sido consecuencia de ellas. Desde el punto de vista de Comte (2019), cada ciencia tenía
conceptos y métodos propios e independientes, lo que marcaba una clara ruptura con la
tradición de la filosofía natural, que había unificado todas las áreas de la naturaleza bajo
un marco sencillo de leyes y causas.
Los escritos filosóficos de Hegel (1770-1831), Feuerbach (1804-1872), Marx,
Engels y Lenin son las fuentes principales del materialismo dialéctico, doctrina oficial
del partido marxista-leninista, con Lenin como representante y divulgador del principio
filosófico durante la vigencia de la Unión Soviética (Zumalabe, 2006). Cuando los
principios del materialismo dialéctico se aplican al estudio de la vida social y sus
fenómenos, resulta el materialismo histórico, sociedad, historia y el estudio de esta
(Stalin, 1968).
Para Saint-Upéry (2015), entre la cada de 1920 y la desestalinización, se aprecia
una clara división entre un marxismo soviético estéril y un marxismo occidental ecléctico,
de carácter bastante filosófico y ensayístico, siempre más alejado de la praxis política; y
los diversos marxismos y el avance de las ciencias sociales están, al mismo tiempo, en
desacuerdo. En analogía, Comte (1942) describe una civilización compuesta por
oscilaciones progresivas que se extienden a diferentes espacios y en ritmos más lentos o
más rápidos, según corresponda. En este sentido, el hombre es un animal con una
trayectoria histórica (Macherey, 1989).
Marx & Engels (1972) afirman que cuando los hombres aceptan que los objetos
sostienen sus relaciones sociales, sus conciencias se distorsionan, en cuanto a la relación
histórica entre el individuo y el todo social. Cada hombre sólo puede desarrollar
plenamente sus facultades en el contexto de la comunidad o en el de otros. En
consecuencia, la libertad personal sólo es posible dentro de la comunidad, pero sólo en la
medida en que no llega a tener una existencia propia e independiente respecto de ellos.
A partir de lo referido sobre Marx, se señala un concepto erróneo común sobre la
diferencia entre la interpretación de la alienación de Hegel y Feuerbach y la de Marx. A
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lo sumo, de la teoría de la alienación, se han logrado comprender plenamente los
elementos básicos que desarrolló Marx, en el cual la crítica feuerbachiana pone la
abstracción por encima del contenido de la alienación o, en todo caso, transforma la
alienación en un sistema de abstracción, la exégesis de la teoría y práctica de la alienación
(Monge, 2013). En Hegel y Feuerbach, la objetivación y la alienación ocurren solo en el
nivel de la conciencia o del conocimiento. Para Hegel, el sujeto era el espíritu, pero para
Feuerbach, el sujeto era el ser humano.
En primer lugar, toda objetividad no es más que la objetivación de las ideas; esta
objetivación equivale a alienación en la medida en que la conciencia inexperimentada
percibe el producto apropiado para cada objeto y lo reabsorbe en misma. En Feuerbach,
en cambio, objetivación, y alienación no son sinónimos. La verdadera objetividad es la
realidad física que percibimos activamente a través de nuestros cinco sentidos, sin crear
nada original con ellos.
Feuerbach sostiene que esta sabia objetividad constituye la objetivación de la
naturaleza humana, pero entra en una relación cognitiva con ella, y al conocerla por lo
que somos, nos convertimos también en parte de nosotros mismos. Ahora bien, los objetos
religiosos no son objetos reales, pues son imperceptibles y no existen fuera de nuestra
conciencia. Se percibe como una entidad real y objetiva fuera de la conciencia humana
individual (Harvey, 1997). La objetivación mental inconsciente del hombre como
superhombre por la religión es exactamente lo que Feuerbach entendía por alienación.
También es el caso de las ideas de Hegel.
Se dice que la idea de Hegel tiene una cualidad que evita la objetivación y que se
conoce a sí misma a través de quienes la llevan a lo largo de su historia. Para Feuerbach,
la interpretación hegeliana de esta alienación es invertida y debe ser explicada con
franqueza. ¿Cuál es, entonces, esta actividad que caracteriza al hombre? El conocimiento,
como en Hegel y en todas las tradiciones filosóficas anteriores, prioriza claramente la
teoría sobre la práctica. Entonces, si este último no se considera separado del primero,
puede considerarse de manera que dependa completamente de él, es decir, como una
simple aplicación de este último. Para Feuerbach, en la naturaleza del cristianismo, la
práctica es sinónimo de acción motivada por el lucro egoísta, y en este sentido es
subjetiva, a diferencia de las verdaderas visiones teóricas, que para él son siempre
despreocupadas (Cornehl, 1969).
Para Marx, trasladar el pensamiento de Feuerbach a lo social, lo económico y el
ámbito político, para Hess (2004), es un concepto paralelo reconocido de alienación
convencional, condicionado por la alienación teórica judeocristiana y la religión. El
propio Marx, que tenía su propia traducción política y social de la crítica de Feuerbach,
aplicó esta versión realista del concepto de alienación acuñado por Hess, pero lo llevó a
un sentido diferente, decididamente materialista.
En este sentido, para Croce (2005), el historicismo, como un medio histórico de
la naturaleza humana, devela las acciones reales que inculca pueden ser nobles o viles, al
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menos a propósito. Se propone, como Comte (2019), “reorganizar la sociedad”, o, como
Karl Marx, revolucionarla y racionalizarla, o, como otros filósofos, esclavizar a todos los
hombres a la obediencia, pero la irracionalidad es siempre la misma. En este sentido,
Comte (2019) no se opuso a la función de la teoría en las ciencias sociales, a pesar de su
rechazo de la metafísica y su apoyo al empirismo, y afirmó que la era moderna era
puramente hipotética; en tanto, la anarquía intelectual iba a ser reemplazada por una
reorganización intelectual.
Dicho de otra manera, por Croce (2005), en contraparte con la filosofía hegeliana,
que más que ninguna otra escuela de pensamiento ha intentado comprender la existencia
como síntesis de oposiciones, la vida como historicidad y la realidad como desarrollo
histórico. Que, en contra de sus mismos principios, se dedica a describir las etapas y el
curso progresivo del pensamiento para detener su desarrollo en la filosofía de la idea, más
allá de la cual no hay paso posible; asimismo, describe el curso de la religión y del arte
para conducirlo a la misma filosofía en la que se aplaca lo uno y lo otro y recorrer la
historia universal para coronarse con el mundo germánico, que sería el mundo de la
comprensión plena, el que más atención ha recibido.
Después de esto, el materialismo histórico se impuso, gracias al epígono de Hegel
(Croce, 2005). Karl Marx, quien esboza la progresión de la historia humana desde la
economía antigua, o esclavitud, a la economía medieval, o servidumbre, a la economía
capitalista moderna, o economía asalariada, a través de la cual siempre está agobiada por
el yugo de hierro de la necesidad, cree que la humanidad está actualmente a punto de
entrar en el estado terminal e ideal de la economía comunista, que tiene la tarea de
establecer el reino de la libertad en la tierra.
La creencia de que la vida y la realidad no son más que historia se denomina, por
Croce (2005), “historicismo” en el sentido científico de la palabra. Esta afirmación refuta
la teoría de la superhistoria, que divide la realidad en un cosmo de nociones o ideales, así
como en un submundo imperfecto que lo hace o lo ha hecho. En la actualidad, de manera
precipitada y poco fiable, sobre los que será práctico imponerlos hoy.
La historia puede estar contaminada por el tiempo, o puede ser simplemente una
realidad racional, llena de ideales. Debido a que a esta concepción también se la denomina
“racionalismo abstracto”. El historicismo surge en oposición y como polémica cuando se
demuestra que los principios e ideales utilizados para modelar y juzgar la historia no son
universales.
A priori, para Croce (2005), la filosofía de la historia juega su parte o su juego,
pero, si se quiere, no se piensa en divisiones entre diversos grupos históricos normales.
Es decir, no construye una narrativa en primer lugar, pero ella lo tiene y ante ella puede
entregar lo que llama la historia interior, la verdadera historia, bajo la superficie, se
convierte en el mito de Croce y, en concordancia con Godelier (1977), refiere que el
enfoque marxista del pensamiento mitológico incluye una reflexión sobre la sociedad y
la historia y, sobre todo, en la relación del hombre con la naturaleza y los demás. Para
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este autor, el pensamiento mítico distorsiona, transforma e intercambia tanto la relación
entre la naturaleza y la sociedad, por lo que la mitología siempre tiende a ser fantástica y
extraña, a través de la cual la gente percibe el realismo por analogía.
El materialismo histórico desde Hegel hasta Marx
La procedencia del materialismo es identificarse con Hegel, desarrollar al ser
humano como libre, consciente y racional, y discutir los criterios y métodos simbólicos
por los que opera esta teoría de las propiedades empíricas, la socio-histórica que conduce
a la teoría de la síntesis y la evolución del método marxista. De ser así, obstaculiza la
capacidad de Marx para impedir el desarrollo de tales contradicciones y el determinismo
histórico, que implícitamente reconoce la inevitabilidad del elemento subjetivo ante la
aniquilación de estas contradicciones, la racionalidad.
La teoría revolucionaria de Marx es inseparable desde el momento en que se
concibe, y existen claramente dos enfoques, según se centre en la necesidad o en la
posibilidad (Álvarez, 2011). El análisis de Marx y, sobre todo, la percepción general de
su obra no constituyen un enfoque puramente objetivo, es decir, una estrategia
revolucionaria particular, necesariamente dogmática o no sujeta a la libertad humana,
basada en un fundamento y una dirección.
Esta identidad hegeliana es la situación revolucionaria, la contradicción, las
condiciones posibles del neomarxismo, la base de la viabilidad revolucionaria y
contrarrevolucionaria, y el motor fundamental para el desarrollo del macrosujeto, por así
decirlo (Ythier et al., 2022). El historicismo en su pensamiento toma el carácter del
proletariado o campesino europeo y se asocia con las leyes de la naturaleza, y, por tanto,
con la teoría del acaparamiento, o necesidad. Por otro lado, la explicación historicista en
este sentido es claramente condicional. Estudiar cada uno de estos procesos por separado
y compararlos entre sí facilita encontrar el quid del fenómeno, pero esto no se generaliza
al análisis hipotético e histórico. El marxismo es una cuestión de claridad y opinión de
clase, a medio camino entre los debates culturales, el conocimiento de la verdad, el
análisis crítico de esta, y las metas y objetivos que teóricamente impulsan el
comportamiento humano, que en la práctica no se consideran erróneos.
No es un sistema, sino una organización destinada a aprender más sobre sus
características históricas. Ahora bien, los escritos de Marx se relacionan con la
globalización, la formación del mercado mundial, la revolución interna del capitalismo,
el fenómeno de la contradicción, así como con las consecuencias irreversibles, conocidas
como la contradicción de la objetivación. Desde entonces, el idealismo de Hegel es el
círculo filosófico que debe delimitar el campo de la creación del conocimiento, y la
tradición científica de Marx. Él se encontró con uno de ellos desde el mismo comienzo
de su formación: una idea única derivada de Hegel.
El hegelianismo se originó en dos movimientos principales, la derecha y la
izquierda. La primera selecciona las características de la estructura bíblica de Jesucristo,
como la unidad en la diversidad (Gooch, 2011). En tanto, en la izquierda, nos centramos
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en el respeto histórico-lógico a la dualidad. Así, el marxismo y la historia eran filosofías
revolucionarias, una época en la que los pensadores de izquierda no se atrevían a
cuestionar los fundamentos de la democracia.
La historia del legado de Marx nos obliga a distinguir entre el nivel de
pensamiento filosófico y la voluntad de rechazar las doctrinas que se han convertido en
ideologías que sirven para justificar la política del socialismo moderno. Articuló el
concepto antropológico de alienación con su importante conexión con la identidad social,
pues, dentro del propio modelo marxista, basado en varias dialécticas, un conjunto de
reglas que rigen la parte ctica, y en una seria contradicción con la comprensión
hegeliana de la dialéctica, el método lógico y la fuerza impulsora detrás de este proceso
manipularon la evidencia del ideal de Marx, sin embargo, cuestionó su comprensión de
que el mundo pertenece a otra cosa y negó la naturaleza del conocimiento.
Así, mientras ciertas dialécticas marxistas se identifican con el contexto de la
ideología, la ontología y la historia, la dialéctica de Marx se asocia con otro aspecto de
Hegel, a saber, el desarrollo, con premisas totalmente definidas. Es decir, hacia una
comprensión amplia, completa y general. En este sentido, la dialéctica de Hegel es el
primer método de toda dialéctica, pero, después de quitarle la mística a Marx, esto es lo
que la distingue del modelo marxista (Ambriz, 2016). El marxismo, según el filósofo
francés Michel Henry (1976), es “el conjunto de los contrasentidos cometidos sobre
Marx”. Esta descripción no podría ser más precisa. Sin embargo, debemos evitar caer en
la contradicción opuesta. La fantasía de defender la supuesta inocencia y pureza de Marx
frente a los marxismos impuros es una de las ilusiones más estériles y complacientes.
Sin embargo, esta oposición constante a las teorías de Marx adquiere una vigencia
renovada como resultado de la persistencia y, en algunos casos, de la agudización de las
formas de dominación que criticaba. La dialéctica histórico-crítica es la principal técnica
analítica legada por Marx. Su enfoque para pensar el presente implicaría exponer y
explicar las formas que adopta la alienación en el presente, al mismo tiempo que
contribuye a la transformación de las relaciones y de prácticas enajenadas.
El neomarxismo es una metodología histórica y humanización de la
naturaleza: el germen de Antonio Gramsci
Con la intención de recuperar la lógica específica de los objetos y procesos
históricos, Marx se adhirió a la práctica revolucionaria de su teoría general, conocida
como “Capitalismo”. El modelo marxista se movía entre las explicaciones científicas de
las relaciones sociales y naturales y enfatizaba el tratamiento inevitable de las
abstracciones jurídicas. En este ensayo, los autores se preocupan por codificar el
marxismo en un corpus más o menos estructurado, cuyos elementos centrales son el
materialismo dialéctico y la historia de la escuela neomarxista. La naturaleza está
enraizada en el conocimiento científico sobre las realidades sociales y el cambio político;
como expresión teórica de la práctica revolucionaria (Abad, 2016).
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El legado de Marx es un importante sistema de clasificación y una interpretación
materialista de la historia, basada en una ideología desarrollada sobre la base de supuestos
empíricos. El marxismo requiere tanto la práctica política como el análisis social
científico con fundamentos teóricos y metodológicos (Boron, 2006). El pragmatismo del
materialismo histórico afecta las condiciones de existencia de la sociedad. Por otro lado,
esta práctica aplicada por Marx es una dialéctica adaptable a cualquier tema, siempre que
se quiera descartar sus escritos como una visión de la realidad que debe ser comprendida
con énfasis en el autodesarrollo y cambio.
Nada más que la historia de la humanización de la naturaleza y de los humanos
enfatiza la necesidad de métodos que incorporen materiales experimentales para lograr
aumentos crecientes de manera sostenible. Desde el punto de vista de la ciencia como
autoconciencia teórica, Marx hizo poca distinción entre la ciencia de las relaciones
sociales y el relato de la naturaleza humana, sólo entre las ideas (Álvarez, 1978; Pinkard,
2001). Tiene el poder creativo para desafiar tal orden. Entonces, según el método
histórico, en cierto sentido, los objetos se heredan a su manera, esa herencia está
genéticamente determinada al capital como algo que cambia constantemente.
Se puede decir que es un modelo dialéctico que persigue la síntesis y la
encarnación a través del análisis de la globalización del conocimiento, pues presenta una
estructura objetiva, una dialéctica utópica, así como una interpretación de la obra como
su propio método histórico independiente. Este ensayo examina la contribución e
interpretación de la historia de Marx contrariamente a Hegel, Feuerbach y en trazas a
Hobbes, un análisis de las obras revela que el Tratado de París, El Capital y el Manifiesto
Comunista están asociados con Engels, una especie de historia del materialismo en
constante progreso, el materialismo dialéctico.
Los argumentos de los practicantes marxistas se encontraron con el marxismo
italiano de Antonio Gramsci y propusieron la filosofía práctica como una forma de
interpretar el marxismo desde el interior absoluto y negativo. Aceptando todas las
interpretaciones trascendentales de la vida. Nuevas herramientas contra la supremacía de
las personas, derivadas de tres factores genéticos históricos de alienación humana:
propiedad privada, división del trabajo y producción de mercancías, para construir seres
humanos.
En este sentido, se fundamenta la situación creada por el orden mundial
emergente, representado por la globalización, el libre comercio, el capitalismo y un
enfoque neoliberal del desarrollo, que integra a los estados transnacionales y marginados
como entes reguladores. Desde el pensamiento social latinoamericano, sin romper con los
referentes universales, el neomarxismo surge de la crítica al desarrollo como una nueva
forma de analizar el modernismo y las razones instrumentales de este modernismo, así
como la no linealidad del tiempo intersubjetivo, la identidad y la diversidad cultural.
En esta perspectiva de innovación, Gramsci reevalúa y promueve filosofías de la
práctica, teorías del comportamiento social colectivo desde la perspectiva de la
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multidimensionalidad y la intersubjetividad, y la construcción de alternativas, el
pensamiento crítico, las promesas de progreso, la justicia, la solidaridad y la elevación
evolutiva como medios mediante el cual se fabrican e imponen condiciones sociales y
culturales a favor de las condiciones imperantes a través de la alienación humana. Frente
a esta tradición, sólo podemos citar un pasaje referente a Marx que sirve como clave para
interpretar los escritos de Gramsci (2012), introduciendo los problemas esenciales del
materialismo histórico de Quaderni:
“Puede ocurrir que una gran personalidad exprese su pensamiento más
fecundo no en el lugar que tendría que ser aparentemente el más «lógico»,
desde el punto de vista de la clasificación externa, sino en otro lugar que
aparentemente se puede considerar extraño. Un político escribe de filosofía:
pero puede ocurrir que su «verdadera» filosofía tenga que buscarse en los
escritos de política. En toda personalidad hay una actividad dominante y
predominante y es en ella donde hay que buscar su pensamiento, implícito
las más de las veces y quizá en contradicción con el expresado ex professo.
Es cierto que en este criterio de juicio histórico hay un gran peligro de
diletantismo y que en su aplicación hay que ir con mucha cautela, pero esto
no quita que el criterio sea fecundo para el establecimiento de la verdad”.
Aceptar este criterio nos obliga a pasar a un análisis de los conceptos clave de toda
teoría política gramsciana: la noción de hegemonía en términos de la tradición marxista,
y la profundización de la teoría política. El mensaje original de Marx puede ilustrarse
como un pasaje de la fórmula literal a su espíritu más profundo e importante: el
comunismo.
Así, el desarrollo posterior de Quaderni no solo confirmó la relación indivisible
entre Lenin y Marx, sino también su contribución personal al desarrollo de la filosofía
práctica; y, al menos subjetivamente, confirmó la profunda continuidad que Gramsci
buscaba establecer. Para hacer una transición exitosa del reino, Gramsci ha estudiado y
construido elementos de la psicología histórica de las masas, construyendo una sola
escuela con el espíritu de la doctrina marxista en un contexto histórico-político
completamente diferente al que se ha construido en esencia, para ayudar inevitablemente
en el reino de la libertad, el comunismo.
Este comunismo es la solución real a las luchas entre el hombre y la naturaleza,
entre el hombre y el hombre, entre el ser y la esencia, entre la objetivación y la afirmación,
entre la libertad y la necesidad, entre el individuo y el género. El neomarxismo adopta así
una interpretación posmoderna de los tiempos cambiantes, desenmascarando la narrativa
antineocolonialista, emancipando a la humanidad y empoderando a los actores que
promueve y esclarece a partir de las prácticas existentes.
Sus discursos son la defensa de los saberes ancestrales, la identidad universal, la
autodeterminación, la relación del hombre con la naturaleza, la soberanía, la
multiculturalidad y el colectivismo, los conflictos morales y culturales constructivos
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frente al equilibrio de poder, el capital centrado en la máquina reproductora ideológica
que corrompe el istmo y el imperialismo.
Ante esta dependencia, con su inocencia y corrupción, el desafío es doble: abrir los
frentes de lucha para recuperar la independencia perdida y, si es necesario, iniciar una
segunda independencia, y la liberación espiritual, ambas a promover con urgencia la
forma en que las minorías piensan y actúan, involucrándose en políticas capitalistas
imperialistas transfronterizas, no solo en interés del estado, sino también frente a la
contaminación ideológica causada por las convenciones culturales.
Por estas razones, el neomarxismo va más allá de los argumentos económicos
clásicos hacia un movimiento de vanguardia que, según Lenin, corresponde a un solo
partido revolucionario: el que contiene los componentes más avanzados de la economía
rusa. La clase obrera construye un equipo de dirección revolucionaria que surge del
corazón del pueblo en el proceso de implementación de una dirección común, guiada por
la teoría revolucionaria y un contingente de intelectuales orgánicos, según la perspectiva
política de la lucha política que utiliza y planta cara a la clase obrera de la vida cotidiana
(Calvez, 1958; Cohen, 1986). Porque para conquistar a una minoría organizada y
dirigente, es necesario unir a la mayoría de la población en torno a ella.
Bauer y Kant, influyentes en Marx y su materialismo: trabajo y libertad
El modelo de perfeccionismo, tras Kant, es el que caracteriza las obras iniciales
de Karl Marx: la filosofía poskantiana. Marx comparte la tradición idealista de Bauer y
Leibniz, el énfasis en la autorrealización, que subyace a su ethos de trabajo. Esto no sólo
empobrece a los trabajadores, les roba la gratificación material, sino que, sobre todo,
socava su libertad, su capacidad de autodeterminación en su trabajo (Zeleny, 1972). Marx
contrasta su incipiente materialismo con las corrientes de Feuerbach.
En lugar de apreciar el cambio, Feuerbach celebra la ubicación sensorial, la
pasividad y la receptividad, es decir, la inmersión humana y la dependencia de la
naturaleza. El mismo Feuerbach creía que este cambio al naturalismo representaba un
paso teórico para alejarse de los místicos idealistas, sin embargo, como señaló
críticamente Marx, la integración del sujeto humano con la naturaleza se ha logrado a un
alto precio, y el dinamismo de la subjetividad, la autoactividad y la auto creación, es decir,
una parte importante del legado idealista pierden elementos.
Marx quería preservar este significado, pero lo incorporó en su teoría del trabajo,
pues de la comprensión marxista del trabajo se deriva de elementos de la tradición
idealista alemana, particularmente su crítica al idealismo de Leibniz (Casales, 2022).
Entonces, incorpora ideas de espontaneidad y de autoformación. Ciertas nociones de
causalidad intrínseca subyacen al marxismo sobre el trabajo constante, como la idea de
Leibniz de que la espontaneidad es una acción autogeneradora en lugar de una mera
reacción a causas externas. Estas ideas se desarrollaron aún más bajo la influencia de la
Razón práctica de Kant, que enfatiza la autonomía o la autodeterminación racional y
rechaza la heterosexualidad (Carrera, 2020).
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Es desde este punto de vista que la peculiaridad de la teoría de la alienación de
Marx se revela con mayor claridad. Según Carroll (2018), Marx conecta la espontaneidad
y la autonomía con la actividad y considera las condiciones específicas de la actividad
autodeterminante. En general, el supuesto cambio de la filosofía política a la ganancia
social en estos primeros textos marxistas es menos discutido. En la segunda parte de Sobre
la cuestión judía, Marx señala no sólo la diferencia entre la emancipación política y la
humana, sino también la parte específica de la sociedad de la que debemos emanciparnos,
por lo que esta interpretación es tanto más autorizada.
De esta forma, los autores proponen una crítica de los derechos humanos que
cuestione el tránsito de la política a la sociedad. Más claramente, una crítica de los
derechos humanos; crítica de la emancipación política como una ilusión política, entonces
la emancipación humana implica un rechazo político basado en la superioridad social en
lugar de un reclamo rara vez discutido. Como tal, el debate sobre los derechos humanos
puede tener un significado muy distinto del de la propia ideología política.
Marx vuelve a subrayar que el límite hasta el cual el judío se emancipa no está en
la religión. Su conciencia religiosa; por el contrario, lo es en su existencia social y en sus
premisas mundanas, se puede decir por anacronismo. Entonces, ¿cuál es el fundamento
secular del judaísmo? Necesidad práctica, interés egoísta. ¿Cuál es el culto secular
practicado por los judíos? ¿Cuál es tu dios mundano?
Por tanto, la condición para la verdadera emancipación judía y, en general, para
la emancipación no está en la superación de las limitaciones religiosas, sino en la
emancipación de las necesidades prácticas, guiada por el egoísmo (Cristobo, 2014). Al
liquidar estos cimientos sociales, la imagen del judío se convierte en un peso muerto,
eliminando el espíritu práctico del judaísmo, su naturaleza práctica, y tal judío no tiene
razón de existir.
Para Marx (2004), el tema de la emancipación judía fue decisivo porque la
naturaleza del judaísmo se hizo evidente, más que un simple hecho puntual, como fue el
caso de otros grupos sociales, y aunque la sociedad burguesa no puede convencer a los
judíos de la impracticabilidad de su naturaleza religiosa, es correcto, es el ideal de la
necesidad práctica, no es más que un concepto. La verdadera naturaleza del judío es
reconocida y generalmente enjuiciada
En tanto, si aceptamos que las controversias religiosas y políticas son antiguas y
no las contradicciones o conflictos teológicos, la naturaleza de la liberación humana no
es la misma. Sería problemático interpretar la crítica de Marx tanto como una crítica
política como una crítica filosófica. En este sentido, Lambruschini, (2017) sintetiza que
la crítica es política porque Marx trata de contrarrestar la forma burocrática en que Hegel
pensaba sobre la política. El deseo de una verdadera democracia y la emancipación de la
burocracia es, por lo tanto, el deseo de restaurar el papel de actores activos en la familia
y la sociedad civil.
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Así, un nuevo pensamiento político construido sobre la lógica democrática,
combinando el método de transformación de Feuerbach con la voluntad revolucionaria,
es que la emancipación humana no implica una afirmación menos discutida, sino la
superioridad social, es también un rechazo político basado en como tal, el debate sobre
los derechos humanos puede tener un significado muy diferente al de la propia ideología
política.
El tema de la emancipación de los judíos no fue un hecho aislado como sucedió
con otros grupos sociales, sino que fue crucial para revelar la naturaleza del judaísmo. Si
la sociedad burguesa no puede convencer a los judíos de la irrealidad de su naturaleza
religiosa, entonces lo es, y el ideal de la necesidad práctica es sólo conceptual. La
verdadera naturaleza del pueblo judío es generalmente reconocida y aceptada. En segundo
lugar, si aceptamos que las diferencias religiosas y políticas son antiguas en lugar de
contradicciones o conflictos teológicos, entonces la naturaleza de la emancipación
humana no es la misma.
Historia y dialéctica de Marx y Engels
El punto de partida del desarrollo del pensamiento dialéctico-histórico-
materialista de Marx fue su crítica a la filosofía de Hegel, iniciada con la publicación de
La ideología alemana en 1846. Después de este escrito, según el traductor, Marx afirmó
haber roto la premisa de la filosofía neohegeliana de Feuerbach. Así se estableció una
visión científica de la sociedad basada en el análisis del capitalismo (Miller, 1979). El
trasfondo histórico de esta revolución en el pensamiento científico occidental, junto con
las interpretaciones de los más diversos campos de la ciencia, ha propiciado una nueva
comprensión del mundo basada en principios materialistas.
En este sentido, la revolución que el pensamiento histórico-dialéctico ha traído al
campo social de la ciencia se asemeja al aporte del darwinismo al campo de las ciencias
biológicas; a pesar de las limitaciones del darwinismo y del darwinismo social. En
general, el materialismo histórico-dialéctico se caracteriza por abarcar la filosofía, la
economía, la sociología y la antropología, y busca definir objetos de conocimiento desde
una perspectiva histórica, a través de una comprensión de los intermediarios y sus
interrelaciones. Los fundamentos económicos del marxismo se basan en las críticas
clásicas de la economía política, Marx superó la crítica de los economistas de su tiempo
que no analizaron la plusvalía en su forma pura.
El materialismo dialéctico-histórico, como base filosófica, contrasta con la
dialéctica idealista de Hegel, que sostiene que todos los fenómenos de la naturaleza y la
sociedad se fundamentan en ideas absolutas (Taylor, 1983). Por otro lado, para el
marxismo, que se originó sobre una base material, la primera hipótesis de la historia de
toda la humanidad es, por supuesto, la de la existencia de individuos vivos. Algunas ideas
de Hegel pueden corroborarse en los supuestos marxistas, como su perspectiva dialéctica
sobre la comprensión de la realidad.
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Sin embargo, en lugar de vincular estas ideas con el espíritu absoluto de Hegel,
las desarrolló en el marco de los conceptos materialistas. Hegel entendió el papel del
materialismo geográfico tanto como pudo la relación entre los objetos naturales y los
sujetos conscientes de sí mismos. Para Hegel, la base sobre la que se mueve la mente es
fundamental y necesariamente la base, y sólo sobre esta base pueden existir, actuar y
materializarse las personas.
El materialismo también se encuentra en la concepción de Feuerbach, que sirve
de base al materialismo de Marx. El objetivo principal de la teoría filosófica de Feuerbach
era criticar los aspectos religiosos de la filosofía de Hegel. Al igual que Marx, rechazó el
idealismo de Hegel y lo sustituyó por una visión materialista.
El marxismo sería, por tanto, una síntesis de elementos de la dialéctica de Hegel
y del materialismo de Feuerbach. Desde el principio, adoptó un método dialéctico y
rechazó el contenido idealista. Desde el segundo absorbió motivos materialistas y pintó
una visión estática de la realidad material. El materialismo dialéctico-histórico, como
enfoque epistemológico, se utiliza en la investigación científica para explicar la realidad
con el fin de mejorarla. Es la interpretación basada en la totalidad de los determinantes la
que nos permite comprender el fenómeno real, evitando el análisis redundante y
constituyéndose como una radiografía (Hegel, 1968).
A pesar de que el materialismo histórico-dialéctico ha financiado una variedad de
estudios, pocos textos de Marx y Engels se ocupan de los métodos de investigación que
sugirieron sus teorías. La bibliografía marxista nos permite recoger aspectos importantes
de categorías metodológicas que nos ayudan a comprender los fenómenos sociales de las
sociedades capitalistas. Para el materialismo histórico, los factores económicos y las
condiciones materiales son la mejor manera de explicar los fenómenos sociohistóricos,
principalmente los conflictos de clase, y, según ese enfoque, de revelar las causas de
diversos problemas sociales.
El materialismo histórico parte de una base económica que explica la realidad en
sus diversos aspectos. Según un enfoque conceptual, el término materialismo describe el
estado material de la existencia humana. El término historia entiende que la existencia
humana implica la comprensión de sus determinantes históricos, y el término dialéctica
presupone el movimiento de contradicciones propio de la historia misma. El materialismo
dialéctico es el fundamento filosófico del marxismo, como intento de encontrar
explicaciones coherentes, lógicas y racionales de los fenómenos naturales, sociales y del
pensamiento.
El materialismo dialéctico tiene una larga tradición en la filosofía materialista. A
su vez, se basa en una interpretación dialéctica del mundo. Dos raíces del pensamiento
humano constituyen el materialismo dialéctico, una concepción científica de la realidad
reforzada por la práctica social humana (Zumalabe, 2006). Así como Lukács expresó la
esencia social del pensamiento de Marx, busca señalar las dificultades ideológicas del
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capitalismo que derivan del carácter de deidad de la mercancía, es decir, de la alienación
en todos sus semblantes (Lukács, 1985).
Para ampliar nuestra comprensión del materialismo, necesitamos agregar algunas
ideas relacionadas con categorías y leyes; ya que, en el marxismo, las categorías se
forman en el desarrollo histórico del conocimiento y la práctica social, por lo que no existe
un número exacto de categorías formadas a medida que evoluciona el conocimiento. Las
categorías son conceptos, métodos y formas universales de percepción de las relaciones
humanas con el mundo que reflejan las características, leyes y cualidades más
predominantes de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.
La crítica de Althusser hacia Marx: ciencia o materialismo histórico
Dentro del marxismo, los principales ataques se dirigieron a la crítica
althusseriana al historicismo marxista. En este empeño, Althusser describe como columna
vertebral de la teoría marxista, una ciencia definida por la teoría general del materialismo
histórico, y la filosofía. Marx lo llama materialismo dialéctico, lo cual es ciencia para
Althusser.
Desde el punto de vista de Althusser, los escritos sobre materialismo histórico o
contingente no nos muestran nada más que lo que estaba en el centro de las
preocupaciones de Marx y las semillas del análisis de Gramsci, a saber, el concepto
moderno de sociedad capitalista que llamamos soberanía y la superestructura o coyuntura
política que domina el orden continuo, ordenado y progresivo de la historia, antes oculto
en el mismo problema de Althusser. Esta fue claramente una visión o perspectiva analítica
que, debido a la interpretación estructural y al absolutismo epistemológico en el que se
basaba el discurso filosófico althusseriano, debería ser cerrada y no afectada por su
predicamento interno.
Pero puede decirse que el propio Althusser explicó, de manera gramatical, las
duras críticas a la historiografía marxista por su ambigüedad política y epistemológica,
incluso de forma sorprendente; y aquí basta con considerar su relación con Gramsci, con
sus contradicciones y excesos. Con base en estos principios, los autores intentan
comprender cómo la interpretación hegemónica del comunismo de Gramsci está
vinculada desde el principio, a saber, el conflicto entre el marxismo de Althusser y
Gramsci.
Con este primer punto de referencia explicado, el ataque de Althusser al
historicismo marxista adquiere sentido. Primero, el marxismo no tiene nada que ver con
la historia. Su ataque estaría dirigido directamente a quienes intentaron convertirlo en una
filosofía. Althusser explica a su juicio que, la lectura de la historia se basaba en
interpretaciones erróneas de algunos textos marxistas en los que se demostraba el poder
de Hegel. Por ejemplo, para obtener un conocimiento objetivo en el campo de la historia,
según Hegel, el autoconocimiento debe ser criticado y adquirido de esta manera. En este
caso, Althusser cree que hoy tiene el privilegio histórico de producir su crítica, su ciencia
en la autoconciencia (Padilla & Bey, 2016).
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Este enfoque lleva a definir el marxismo como la única historia que se conoce a
misma. Este es un ejemplo de historiografía absoluta. Mientras tanto, Gramsci, junto
con Hegel, no solo asume la existencia de una verdad epistemológica y ontológica del
pasado, sino que también enfatiza el papel práctico de la teoría marxista en la historia
real. El neomarxismo sabe que la idea del mundo se da en la vida práctica de todos, no
sólo entre las personas, sino también entre quienes filosofan.
De este debate entre ciencia y materialismo histórico, Althusser advierte que la
equiparación de la visión del mundo con el marxismo conduce a la reducción de ambos a
la teoría (Althusser, 1988 [1962]). Este es el problema, porque para Althusser identificar
la ciencia de la historia con la historia real significa reducir el objeto de la teoría de la
ciencia histórica a la historia real, lo que equivale a confundir el sujeto del conocimiento
con lo real, una especie de empirismo. El reconocimiento de los procesos históricos y
teóricos no está relacionado con la realidad de la ciencia moderna, sino con su concepto.
El historicismo absoluto, en cierto sentido, repite reformas económicas porque ahora es
la forma criminal.
En definitiva, los autores concluyen que la historia no es un juicio, cuya lectura
es inofensiva, sino que es una lectura directa del presente. Para Althusser, por el contrario,
la relación histórica entre los efectos y sus condiciones debe considerarse una relación de
producción, no un enunciado. En este sentido, Pernalete et al. (2023) conciben la historia
del legado de Marx como un contraste entre el nivel del pensamiento filosófico y el deseo
de romper con las doctrinas que se han vuelto ideológicas al servicio de la justificación
política socialista. Así, el marxismo ideológico es una cuestión de claridad y opinión de
clase, a medio camino entre los debates culturales, el conocimiento de la verdad, el
análisis crítico de esta verdad, y las metas y objetivos que teóricamente impulsan el
comportamiento humano, y en la práctica no se consideran erróneos.
E sto significa que la filosofía no se diferencia en esencia o en cualidad de otros
mundos de relaciones ideológicas, sino sólo en términos cuantitativos. La filosofía, por
su carácter crítico, incluye temas que van más allá de los intereses inmediatos de un
determinado grupo social; y la ideología, por su parte, es todo lo relacionado con lo
inmediato, localizado en el espacio temporal. Al establecer una diferencia cuantitativa
entre la filosofía y otras formas de pensamiento como el sentido común o la religión,
Gramsci muestra que la característica definitoria de la filosofía es una concepción
constructiva del mundo. Pero esto es, después de todo, la filosofía es siempre una
ideología, porque es una percepción del mundo que parte de una situación específica, en
un momento específico de la historia (Gómez, 1993).
Finalmente, dentro del neomarxismo, Gramsci busca asumir el control total del
proceso social. Todavía no está claro qué formas adoptará esta nueva hegemonía en
relación con esa burguesía, pero, sin duda, serán drásticamente diferentes a ella. El
marxismo, una doctrina que no sólo se ha liberado, o debería liberarse, de las ideologías
burguesas dominantes como el positivismo, el kantismo o el pragmatismo, es el
responsable de crear este marco teórico para la lucha de clases.
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En este sentido, el materialismo histórico, liberado de sus nociones anticuadas de
mecanicismo y determinismo, es o se desarrolla como una filosofía basada en la praxis,
pero criticó a la modalidad organizativa sucesora de Lenin, si se refiere a un puro partido
ejecutor sin deliberación alguna, entonces técnicamente es un cuerpo policial, y su
nombre de partido es una pura metáfora de naturaleza mitológica (Cospito, 2016).
Conclusión
El enfoque dialéctico-histórico-materialista constituye una corriente preocupada
por el análisis de las características de la sociedad y de las relaciones económicas que en
ella existen. El enfoque materialista muestra la relación entre el objeto de estudio y su
contexto social, reafirmando su conexión con la realidad que lo rodea. Este punto también
se relaciona con el aspecto histórico del marxismo, que entiende la sociedad en términos
de su organización a lo largo de la historia. En tanto, la visión hegeliana de la historia se
basa en criterios materiales, en una sola época histórica homogénea, más que fragmentada
según el desarrollo del pensamiento; así, algunos textos de Marx y Engels sobre el
concepto de historia se prestan bien a este tipo de interpretación.
Engels, por ejemplo, dice que el pensamiento tradicional, que también adoraba a
Hegel, ve al Estado como un determinante y, en la sociedad civil, como un factor regulado
por el Estado, y agrega que la apariencia es lo que justifica la idea. La teoría histórica
marxista debe cubrir el estudio de varios modos de producción, debe servir para el estudio
de una realidad particular y debe usarse para crear conocimiento histórico en un dominio
particular, así como para la formación de vínculos sociales y políticos.
En este nivel, se trata del uso de la teoría histórica marxista, un conjunto de
conceptos del materialismo histórico en el estudio de un objeto histórico particular, lo que
distingue al historiador marxista. La teoría revolucionaria de Marx es inseparable desde
el momento en que se concibe; existen claramente dos enfoques, según se centre en la
necesidad o en la posibilidad. La filosofía marxista de la praxis surge en la historia, es
decir, se ve claramente como una parte transitoria del pensamiento filosófico, y en todo
su sistema se evidencia también que es la conocida teoría del desarrollo de la historia, con
un momento que está a un paso de donde se necesita, el reino de la libertad; y toda
filosofía que haya existido alguna vez es una expresión de un conflicto interno
fragmentado de la sociedad.
Sin embargo, para autores que se oponen a la exégesis tradicional de Marx, como
Benedetto Croce y Maurice Godelier, dos categorías separan naturalmente e
inevitablemente la experiencia humana: la que está directamente bajo el control del
hombre en la sociedad y la naturaleza, y la que no lo está. Pero, las ideas de Feuerbach
fueron sin duda adoptadas por Marx y Engels para impulsar una corriente que se
conocería como Materialismo Histórico en la actualidad y se evidencia, hoy en día, su
investigación sobre él en la materialidad del ser humano y, lo que es más importante, en
los diversos procesos históricos que surgieron de las diversas actividades sociales que los
hombres habían realizado a lo largo del tiempo.
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Desarrollo histórico de la literatura: Crítica, cavilación y lógica
Historical Development of Literature: Criticism, Reflection, and Logic
Andrea Mercedes Alvarez Rubio
https://orcid.org/0000-0001-7605-4580
aalvarezr@unc.edu.pe
Universidad Nacional de Cajamarca, Perú
Resumen:
Este artículo propone un modelo analítico para comprender el desarrollo histórico de la
literatura occidental, no como una mera sucesión de movimientos estéticos, sino como
una evolución dialéctica entre tres modos de pensamiento: la crítica (el juicio analítico y
normativo), la cavilación (la introspección filosófica y subjetiva) y la lógica (los sistemas
estructurales y narrativos). Se argumenta que la primacía, la tensión o la fusión de estos
tres pilares configuran las epistemes dominantes de cada período literario. A través de un
recorrido diacrónico —desde la lógica mimética de la Antigüedad Clásica, pasando por
la cavilación teológica medieval y la explosión de la crítica en la Modernidad, hasta la
deconstrucción de la lógica en la Postmodernidad— el artículo sostiene que la historia de
la literatura es, en esencia, la historia de las formas en que la conciencia humana ha
negociado su relación con el lenguaje, la verdad y la estructura del pensamiento.
Palabras clave: historia de la literatura, teoría literaria, crítica, lógica narrativa,
cavilación, hermenéutica, desarrollo literario
Abstract:
This article proposes an analytical model for understanding the historical development of
Western literature, not as a mere succession of aesthetic movements, but as a dialectical
evolution between three modes of thought: criticism (analytic and normative judgment),
rumination (philosophical and subjective introspection), and logic (structural and
narrative systems). It is argued that the primacy, tension, or fusion of these three pillars
defines the dominant epistemes of each literary period. Through a diachronic journey—
from the mimetic logic of Classical Antiquity, through medieval theological rumination
and the explosion of criticism in Modernity, to the deconstruction of logic in
Postmodernity—the article argues that the history of literature is, in essence, the history
of how human consciousness has negotiated its relationship with language, truth, and the
structure of thought.
Keywords: history of literature, literary theory, criticism, narrative logic, reflection,
hermeneutics, literary development
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Notas preliminares
La historia de la literatura es uno de los recorridos más emocionantes relacionados
con la invectiva de la humanidad, ya que revela los deseos más profundos de esta en
cuanto a su tendencia a perpetuarse en el tiempo y el espacio. Es decir, la literatura, en
cuanto a su uso de signos lingüísticos, parte de un diálogo que interpela la tendencia
humana hacia la inmortalidad. De allí que todos los grandes dramas de la literatura tengan
como tema las relaciones de los hombres con la muerte, la trascendencia y las relaciones
sociales que permitan la permanencia de los sentidos, entre otras cuestiones. Los
contenidos literarios, asimismo, siguen una bifurcación cuyos caminos se componen de
lo llamado “apolíneo” y “dionisíaco”.
“Dionisos, el más extático de todas las divinidades griegas, era claramente un
dios preolímpico que fue el último en incorporarse al panteón oficial. Parece
que las representaciones más antiguas lo concebían como un leño o un tronco
de árbol, lo que claramente le asocia a los bosques, por lo que algunos de sus
apelativos seguían siendo dendrites, ‘el de los árboles’, o floios, ‘corteza’. El
mito y la iconografía lo asocian también con la adormidera, la tóxica hiedra y
las serpientes. El propio Dionisos se salvó de los piratas que lo habían
capturado convirtiendo los remos y el mástil del barco en estos animales y
llenándolo de hiedra tóxica. Por su parte Apolo se convirtió en el señor de
Delfos después de matar a la serpiente Pithon. Tal vez tenga alguna
significación la relación existente entre Dionisos y Apolo con la mántica
extática que comenzó a practicarse en Delfos y tan alejada de la posterior
manera apolínea de vaticinar mediante signos susceptibles de interpretación.
Conocer el lenguaje de los animales es síntoma de iluminación y de poseer
dones proféticos. El simbolismo de la serpiente, animal sagrado y mágico, está
conectado con las toxinas vegetales que matan, curan o alteran la mente. Que
unas serpientes proporcionaran a Melampo y Tiresias sus dotes adivinatorias
podría querer significar que las habían conseguido por medio de plantas
psicoactivas. En cualquier caso Melampo, como afirma el mito, era un experto
conocedor de drogas. La relación de su nombre con el Melampódion, o sea con
el eléboro negro […], ha sido también señalada por algunos investigadores.
Tal ocurre también con Iamos, engendrado por Apolo en la ninfa Evadna,
fundador de toda una estirpe de vaticinadores y cuyo nacimiento está asociado
a las serpientes” (Wagner, s/f, p. 2).
Apolo, como dios griego antiguo, simboliza el sol, el eje vertical de la vida, en
contacto con las musas griegas. Dionisio, por su parte, es el dios griego del éxtasis,
asociado al vino y que simboliza el eje horizontal de la vida, en tanto expresión de
loctónico y telúrico. La concepción moderna del desenvolvimiento de lo dionisiaco y lo
apolíneo fue estudiada a profundidad por Nietzsche, en su reflexión de lo trágico y la
tragedia griega.
“La tragedia resume en el delirio orgiástico de la música, elevando así de un
golpe la música a su perfección, tanto entre los griegos como entre nosotros; pero
añade también el mito trágico y el héroe trágico que, parecido a un formidable
titán, toma sobre sus hombros el fardo del mundo dionisíaco y nos libra de él.
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Mientras que de otra parte, por este mismo mito, sabe mostrar en la persona del
héroe trágico el avasallamiento del áspero deseo de vivir esta vida y sugerir, con
gesto admonitor, la idea de otra existencia y de una alegría más elevada
entrevistas por el héroe combatiente, y a las cuales se prepara, no por sus
victorias, sino por sus derrotas y su ruina. Entre el alcance universal de su música
y el oyente sometido a la influencia dionisíaca, la tragedia introduce un símbolo
sublime, el mito, y suscita en aquél la ilusión de que la música no es más que un
admirable procedimiento, un incomparable medio de dar vida al mundo plástico
del mito. Este noble subterfugio permite entonces a la música plegar su paso a los
ritmos de las danzas ditirámbicas, abandonarse impunemente a un sentimiento
orgiástico de libertad, al que, en cuanto música en sí, le estaría prohibido
entregarse con tal licencia sin la salvaguardia de esta ilusión. El mito nos protege
contra la música, y él solo, por otra parte, da a ésta la suprema libertad. La
música, en cambio, confiere al mito trágico un alcance metafísico tan penetrante
y decisivo que, sin este auxiliar único, la palabra y la imagen no hubieran
alcanzado nunca. Y especialmente por el efecto de la música el espectador de la
tragedia se ve invadido de este seguro presentimiento de una dicha suprema, en
la cual termina ese camino de ruina y decepción, de suerte que cree oír la voz más
secreta de las cosas que, desde el fondo del abismo, le habla inteligiblemente. […]
Aquí vemos interponerse, entre nuestra más alta emoción musical y aquella
música, el mito trágico y el héroe trágico que, en el fondo, no son más que
símbolos de los hechos más universales, de los fenómenos más generales que
únicamente puede expresar la música. Pero, en cuanto símbolo, el mito sería
absolutamente ineficaz y pasaría completamente inadvertido para nosotros, no
pudiendo en ningún momento desviar nuestra atención de las resonancias del
universalia ante rem, si nuestra sensibilidad permaneciese bajo la pura
influencia dionisíaca. Entonces es cuando se manifiesta la fuerza apolínea,
resucitando, con ayuda del bálsamo saludable de una bienhechora ilusión, al
individuo, casi anonadado […]” (Nietzsche, 2007, pp. 157-159).
Hay que entender que la música y la poesía, es decir, la melodía y la lírica, son
fenómenos que a veces son unitarios y, otras veces, están separados. Es decir, son artes
que tienen una esencialidad propia; sin embargo, pueden caer bajo una misma expresión
metafísica. El ámbito de la literatura parte de la fantasía, es decir, del retrato poético de
categorías naturales en la esfera de lo útil, tal como lo entiende Jauss (1978).
¿Cuál es, pues, la esencia del poetizar? Porque, desde luego, poetizar no es hacer
versos. Los versos son los ruidos que, con mayor probabilidad, anuncian la presencia del
temblor poético. Pero este puede existir sin versos y, recíprocamente, el terremoto muy
profundo no altera el sismógrafo tanto como un leve y aparatoso resbalón de sus soportes.
Es necesario, pues, retroceder hasta los mismos manantiales de donde brota la corriente
poética. Pero, ¿cómo describirlos? Voy a seguir un método de definición coordinativo. En
lugar de considerar al poetizar en mismo, aislado de los demás movimientos
espirituales, voy a tratar de determinar la posición que ocupa en el mundo total del alma,
para obtener así una construcción relativa, pero de extraordinaria claridad y fuerza, de su
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esencia (Aristóteles, 1999). Ciertamente, este propósito presupone una teoría de la
estructura general del universo espiritual, pero puede ser muy sucinta. Bastará, en rigor,
atenernos a tres coordenadas, como en la geometría del espacio: una de estas líneas se
la idea de conocimiento; la segunda, la idea de voluntad, de apetito intelectivo; la tercera,
la idea de sentimiento o afectividad. Conocimiento, voluntad y sentimiento son los tres
ejes del ‘espacio espiritual’, las tres categorías supremas de la esencia del espíritu.
En consecuencia, que el conocimiento del hombre es, originariamente, de
naturaleza práctica y técnica, y que la organización del caos en el mundo está llevada a
cabo según esquemas de acción; es decir, que rigurosamente hemos tallado con nuestras
herramientas los primeros conceptos, y las palabras son también, originariamente,
símbolos de productos, de artefactos o de instrumentos. Para decirlo con precisión, de la
técnica sacamos las categorías para conocer el mundo y el entendimiento humano.
Personalmente, no creo que sea necesario introducir una nueva potencia espiritual para
verificar el tránsito al conocimiento especulativo (por ejemplo, una intuición a la manera
de Bergson o una actividad ideatoria según Scheler).
Es más sabia y armónica la teoría que defiende la identidad sustancial del
conocimiento técnico y especulativo, porque los argumentos del operacionalismo pueden
servir para debilitar las tesis intuicionistas (por ejemplo, la excesiva separación entre el
Homo sapiens y el Homo faber, que lleva a Scheler al extremo de concluir que entre un
chimpancé listo y Edison tomado este solo como técnico no existe más que una
diferencia de grado, aunque ésta sea muy grande); porque en el pensamiento especulativo
más depurado se rastrean sin cesar vestigios abundantes del pensar operacional.
Pero en contra del operacionalismo, en este artículo se deduce con evidencia que
el entendimiento esté configurado en torno a la actividad técnica manual, ni que ésta se
encuentre configurada en torno a aquél. Así, pues, subentiendo que el pensar técnico
constituye ya, por sí, una actividad espiritual superior, que no difiere esencialmente de las
actividades espirituales cognoscitivas ulteriores: precisamente estas solo pueden
acontecer sobre las formaciones y resultados obtenidos por el pensamiento manual; existe
así una continuidad admirable en la evolución del espíritu.
Comienza este a propósito de la actividad práctica y técnica sobre el mundo; y él
mismo, justamente por virtud interna de las relaciones entre los resultados prácticos, se
eleva a la actitud especulativa. Los materiales del sentido poético se toman de las
categorías propias del mundo espontáneo de lo útil. De tal forma, todas las formas
poéticas o tropos son retratamientos de las categorías que se emplean para designar las
cosas de la realidad.
Dimensión filosófica de la literatura
La dimensión filosófica de la literatura, es decir, su lugar en la ontología, ha sido
ampliamente estudiada por diversos autores. Para Baumgarten, el lugar que ocupa lo
poético es principal:
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“La filosofía poética es la ciencia que lleva el lenguaje sensitivo a la perfección. Pero
como en el habla ya tenemos aquellas representaciones que comunicamos, la filosofía
poética supone en el poeta una facultad cognoscitiva inferior. Por eso, dirigirla en el
conocimiento sensitivo de las cosas sería tarea de la Lógica en sentido general, pero
quien conoce nuestra lógica no ignora cuán sin cultivar se halla ese campo. ¿Acaso no
es por reducirse a los estrechos límites en los que la encierra su misma definición que la
lógica es tomada por una ciencia, o bien del conocimiento filosófico de alguna cosa, o
bien por una ciencia que dirige la facultad cognoscitiva superior hacia una verdad
cognoscible? Pues, en efecto, habría de permitirse a los filósofos buscar también, no sin
ingente provecho, aquellos artificios con los cuales puedan pulir las facultades inferiores
de conocimiento, agudizarlas y aplicarlas más fructíferamente en provecho de todo el
mundo. Como la psicología otorga firmes principios, no dudamos de que, para dirigir las
facultades cognoscitivas inferiores, pueda darse una ciencia del conocimiento sensible
de alguna cosa” (Baumgarten, s/f, p. 13).
Por otra parte, las relaciones inmanentes a la literatura han sido analizadas de
manera profunda y sostenida por el literato y estudioso Jesús G. Maestro, con su idea de
los cuatro materiales literarios:
Esta comparación o relación —symploké— entre términos literarios, sobre la que
se fundamenta y articula todo lo relativo a la Literatura Comparada, no se agota en
misma como una figura retórica, sino que remite a la idea misma que la justifica y hace
posible. Toda comparación literaria, toda comparación entre términos o materiales
literarios, ha de ser crítica, racional y lógica. La Literatura Comparada, en suma, es una
forma destinada a conceptualizar materiales literarios desde criterios comparativos,
criterios que, por mismos, postulan valores y contravalores, en relación dialéctica,
científica y crítica.
El núcleo de la literatura comparada es, por lo tanto, la comparación. Sin embargo,
no debe confundirse con una figura retórica; se trata de una figura gnoseológica, es decir,
relacionada con el conocimiento. Por ello, es necesario hablar de 'relator', un término que,
desde criterios gnoseológicos, designa a la figura que permite al intérprete o comparatista
actuar como sujeto activo al relacionar distintos términos o referentes literarios. Esto se
hace con el propósito de compararlos críticamente y construir interpretaciones sintéticas
que faciliten un conocimiento útil, crítico, conceptual y lógico de los materiales literarios.
En definitiva, la relación constituye la figura gnoseológica principal y específica de la
literatura comparada, como metodología para el conocimiento científico y crítico de la
literatura.
Ahora estamos en mejores condiciones para confirmar y refinar la definición
inicial de la literatura comparada, entendida como el estudio comparativo de los
materiales literarios. Esta comparación requiere una crítica de los valores, los materiales
y las formas, es decir, una interpretación analógica, paralela y dialéctica. No solo implica
analizar conceptualmente los materiales literarios, interpretándolos como conceptos
según criterios categoriales y científicos, sino también las ideas formalmente objetivadas
en esos materiales, interpretándolas críticamente desde una perspectiva filosófica. Solo
así se puede lograr una formalización completa, conceptualizada a partir de criterios
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sistemáticos, racionales y lógicos, de los materiales literarios, considerados términos
complejos (autor, obra, lector, transductor) en el campo de la literatura. Por lo tanto, la
comparación entre estos materiales, que involucra ideas objetivadas en ellos (crítica
literaria) y basada en conceptos categoriales previamente definidos (teoría literaria), se
realizará mediante analogía, paralelismo o dialéctica, según si las relaciones verificadas
resultan semejantes, afines o antinómicas (Eagleton, 1983).
La teoría de los materiales literarios, así expuesta por el Maestro, responde a las
interrogantes planteadas por el estructuralismo y posestructuralismo francés; para
quienes, en palabras de Barthes, el autor ha muerto. La muerte de los “sujetos” también
fue un camino trazado por Nietzsche y Hegel con la muerte de Dios.
“La divinidad es adorada en la obra de arte, tanto en la simple como en la
excelente. El estremecimiento de la divinidad, la anulación de lo singular, penetra
en la asamblea. Pero pronto ella toma aliento, echa una ojeada a las criaturas
vivientes, se despierta al sentimiento de la vida. Ellos se reconocer como vida,
concuerdan los unos con los otros, se toman de las manos, se sienten, comienzan
a moverse, comienzan a danzar. El regocijo cambia en la armonía, en la
pluralidad de las imágenes y de los pensamientos. Mediante el ritmo, la medida
concurre para frenar lo subjetivo, lo casual. Los individuos devienen componentes
de la unidad objetiva. Ésta última, golpea los tímpanos, como Cibeles, la gran
madre de los dioses, o, en todo caso, procede con fuerza silenciosa e inconsciente.
Y así la divinidad goza de sí misma y el hombre se identifica con ella. Aquél gozo
es traspasado en el comer de la divinidad, pero ello expresa profundamente el
dolor infinito, el completo colapso de la intimidad. Dios se da al sacrificio, se da
a la destrucción. Dios ha muerto; la más alta desesperación de la completitud del
ser abandonada por Dios” (Hegel, 1803-1806, p. 32).
El alejamiento del Autor (que, siguiendo a Brecht, podría llamarse un verdadero
‘distanciamiento’, en el que el Autor se vuelve una figura pequeña, como una estatuilla
en el fondo de la escena literaria) no es solo un hecho histórico o un acto de escritura:
modifica profundamente el texto moderno (o, dicho de otra manera, en el que el autor
desaparece en todos los niveles). Primero, el concepto de tiempo también cambia. Cuando
se piensa en el autor, este siempre se ve como el pasado de su propio libro: el libro y el
autor están en una misma línea temporal, en un antes y un después. Se entiende que el
Autor alimenta al libro, que existió antes que él, y que piensa, sufre y vive para él;
mantiene una relación similar a la de un padre con su hijo.
En contraste, el escritor moderno nace junto a su texto; no tiene un ser que lo
preceda o exceda su escritura. No es un sujeto cuyo predicado sería el libro; no hay otro
tiempo que el de la enunciación, y todo texto está escrito en un eterno aquí y ahora.
Además, (o esto implica que) escribir ya no es solo un acto de registrar, constatar,
representar, como decían los Clásicos, sino que es, según los lingüistas influenciados por
la filosofía oxfordiana, un performativo, una forma verbal especial (normalmente en
primera persona y en presente) donde la enunciación no contiene más que el acto mismo
de ser pronunciada: algo similar al “Yo declaro” de los reyes o el “Yo cantode los poetas
antiguos. El escritor moderno, después de abandonar la figura del Autor, ya no puede
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creer, siguiendo la visión trágica de sus predecesores, que su mano sea demasiado lenta
para sus pensamientos o pasiones; en cambio, convierte esa necesidad en ley, enfatiza ese
retraso y trabaja sin descanso en la forma. Para él, por el contrario, la mano, desligada de
toda voz, guiada solo por un gesto de inscripción (no de expresión), traza un campo de
origen, o al menos, cuyo único origen es el mismo lenguaje, precisamente aquello que
siempre pone en duda todos los orígenes.
Hoy en día, entendemos que un texto no es solo una fila de palabras con un único
sentido, en cierto modo teológico (como si fuera el mensaje del Autor-Dios), sino un
espacio multidimensional donde diversas escrituras se producen en concordancia y
contraste, sin que ninguna sea la original. El texto funciona como un tejido de citas de
distintas áreas de la cultura. Como Bouvard y Pécuchet, eternos copistas, a la vez sublimes
y cómicos, cuya profunda ridiculez revela la verdad de la escritura, el autor simplemente
imita un gesto anterior, nunca original. Su único poder consiste en mezclar escrituras,
contradecir unas con otras, de modo que nunca pueda apoyarse en una sola. Aunque
busque expresarse, debe comprender que la “cosa” que intenta ‘traducir no es más que
un diccionario ya formado, en el que las palabras solo pueden explicarse mediante otras
palabras, en un ciclo infinito (Foucault, 1966).
Una vez alejada del Autor, la pretensión de ‘descifrar un texto resulta inútil. Darle
a un texto un autor es imponerle un seguro, proveerle de un significado último y cerrar la
escritura. Esta concepción le viene muy bien a la crítica, que entonces pretende dedicarse
a la importante tarea de descubrir al Autor (o a sus hipóstasis: la sociedad, la historia, la
psique, la libertad) bajo la obra: una vez hallado el Autor, el texto se ‘explica’, el crítico
ha alcanzado la victoria; así pues, no hay nada asombroso en el hecho de que,
históricamente, el imperio del Autor haya sido también el del Crítico, ni tampoco el hecho
de que la crítica (por nueva que sea) caiga desmantelada a la vez que el Autor. En la
escritura múltiple, efectivamente, todo está por desenredar pero nada por descifrar; puede
seguirse la estructura, se la puede reseguir (como un punto de media que se corre) en
todos sus nudos y todos sus niveles, pero no hay un fondo; el espacio de la escritura ha
de recorrerse, no puede atravesarse; la escritura instaura sentido sin cesar, pero siempre
acaba por evaporarlo: precede a una exención sistemática del sentido. Por eso mismo, la
literatura (sería mejor decir la escritura, de ahora en adelante), al rehusar la asignación al
texto (y al mundo como texto) de un ‘secreto’, es decir, un sentido último, se entrega a
una actividad que se podría llamar contrateología, revolucionaria en sentido propio, pues
rehusar la detención del sentido, es, en definitiva, rechazar a Dios y a sus hipóstasis, la
razón, la ciencia, la ley (Barthes, s/f).
Se podría, pues, considerar el estatus gnoseológico y ontológico de la literatura,
puesto que lo que interesa primeramente es a través de qué facultades espirituales son
captados y ejercidos los materiales literarios, como en el caso del diálogo Ion de Platón,
para el que la cualidad poética-literaria no depende de los sujetos, no se aprende ni se
puede enseñar, ya que es un regalo de los dioses:
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“Si dices la verdad, Ion; si es el arte y a la ciencia a lo que debes tu buena
inteligencia de Homero, entonces obras mal conmigo, porque después de haberte
alabado por las bellezas que sabes de Homero y haberme prometido que me
harías partícipe de ellas, veo ahora que me engañas, porque no sólo no me haces
partícipe, sino que tampoco quieres decirme cuáles son esos conocimientos en
que sobresales, por más que te he apurado; y, semejante a Proteo, giras en todos
sentidos, tomas toda clase de formas, y para librarte de mí, concluyes por
transformarte en general, para que yo no pueda ver a qué punto llega tu habilidad
en la inteligencia de Homero. Si es al arte al que debes esta habilidad y estás
comprometido a mostrármela, faltas a tus palabras; entonces, tu procedimiento
es injusto. Si por el contrario, no al arte sino a una inspiración divina se debe el
que digas tan bellas cosas sobre Homero, por estar poseído y sin ninguna
ciencia, como te dije antes, en este caso no tengo motivo para quejarme de ti. Por
lo tanto mira si quieres pasar a mis ojos por un hombre injusto o por un hombre
divino. […] En este caso, Ion, te conferimos precioso título de celebrar a Homero
por inspiración divina y no en virtud del arte…” (Platón, 1871, pp. 209-210).
Para los teóricos del arte, la idea de la “inspiración divina” se explica mediante el
“entusiasmo”, como plantea Charles Batteux, quien sostiene que dicha inspiración es una
condición fundamental del genio. No todos los genios prolíficos sienten siempre la
presencia de las Musas; enfrentan periodos de sequía y esterilidad. La inspiración de
Ronsard, quien nació poeta, tuvo pausas de varios meses. La musa de Milton presentaba
discontinuidades, un problema que también afecta a obras de Estacio, Claudiano y otros,
quienes experimentaron fases de apatía y debilidad; ¿No dormía a veces el gran Homero
en medio de sus héroes y dioses? Existen, por tanto, momentos de éxtasis para el genio,
cuando el alma, encendida como por un fuego divino, imagina toda la naturaleza y
transmite ese espíritu de vida a los objetos, esos aspectos emocionantes que nos seducen
o fascinan.
Esta condición del alma se denomina entusiasmo, un término que todos entienden
bastante bien, pero que pocos saben definir con claridad. Las ideas que la mayoría de los
autores expresan parecen surgir más de una imaginación sacudida e impactada por el
entusiasmo que de una mente que ha reflexionado o pensado cuidadosamente. Es casi
como una visión celestial, una influencia divina, un espíritu profético: una especie de
embriaguez, éxtasis o alegría que conlleva conmoción y asombro ante la presencia de lo
divino. ¿Acaso, con este lenguaje enfático, querían celebrar las artes y ocultar los
misterios de las Musas a los no iniciados? Pero nosotros, que tratamos de aclarar nuestras
ideas, alejamos todo este esplendor alegórico que nos oscurece. Consideremos el
entusiasmo como un filósofo considera lo Grande, sin tener en cuenta esta vana
ostentación que lo envuelve y lo encubre” (Batteux, 2020).
Los inicios de la literatura: Aspectos críticos y reflexivos
Las musas griegas perfilan los grandes temas tratados en la literatura, puesto que,
en el desarrollo numénico y del psiquismo de los antiguos, las personificaciones o
hipóstasis de cuestiones inmateriales eran recursos ingenuos empleados para explicitar lo
acontecido en la naturaleza en general (Wellek & Warren, 1949). Por ejemplo, los
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fenómenos meteorológicos eran simbolizados por Zeus, y su estudio era referido a Urania,
la musa de la astronomía:
- Καλλιόπη o Calíope, como representación de la poesía heroica y de los temas
heroicos. (Su característica: corona de laurel y lira).
- Κλειώ o Clío, como representación de la historia y de la historicidad. (Su
característica: trompeta y libro abierto).
- Ἐρατώ o Erató, como representación de la poesía lírica o el lirismo. (Su
característica: Cítara).
- Εὐτέρπη o Euterpe, símbolo de la música. (Su característica: coronada de flores).
- Μελπομένη (Melpómene), como representación de la poesía trágica. (Su
característica: vestidos ricos y máscara trágica).
- Πολυμνία (Polimnia), como representación de la poesía sacra. (Su característica:
Vestido blanco).
- Θάλεια (Talía), como representación de la poesía cómica y bucólica. (Su
característica: otorgadora de dones).
- Τερψιχόρη o Terpsícore, símbolo de la danza y la poesía coral. (Su característica:
guirnaldas).
- Οὐρανία (Urania), como representación de la astronomía y las ciencias exactas.
(Su característica: globo terráqueo y compás)
Estos temas son tratados y concentrados con suma grandeza por el poeta Homero,
quien en su Ilíada despliega el carácter griego enfrentado en la cosmovisión de la
personalidad de dos tipos de pueblos (troyanos y aqueos), bajo la perspectiva del conflicto
interno en los dioses olímpicos.
“Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos
males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a
quienes hizo presa de perros y pasto de aves –cumplíase la voluntad de Zeus–
desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo
de Leto y de Zeus. Airado con el rey suscitó en el ejército maligna peste, y los
hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste,
deseando redimir a su hija, se había presentado en las veleras naves aqueas con
un inmenso rescate y las ínfulas de Apolo, el que hiere de lejos, que pendían de
áureo cetro, en la mano; y a todos los aqueos, y particularmente a los dos Atridas,
caudillos de pueblos, así les suplicaba:
-¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! ¡Los dioses, que poseen olímpicos
palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente a la
patria! Poned en libertad a mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Zeus,
a Apolo, el que hiere de lejos.
Todos los aqueos aprobaron a voces que se respetara al sacerdote y se admitiera
el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, a quien no plugo el acuerdo, le
despidió de mal modo y con altaneras voces:
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-No yo contigo, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque ahora
demores tu partida, ya porque vuelvas luego, pues quizás no te valgan el cetro y
las ínfulas del dios. A aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi
casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y aderezando mi lecho.
Pero vete; no me irrites, para que puedas irte más sano y salvo.
Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Fuese en silencio por la
orilla del estruendoso mar; y, mientras se alejaba, dirigía muchos ruegos al
soberano Apolo, a quien parió Leto, la de hermosa cabellera:
-¡Óyeme, que llevas arco de plata, proteges a Crisa y a la divina Cila, a imperas
en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esminteo! Si alguna vez adorné tu gracioso
templo o quemé en tu honor pingües muslos de toros o de cabras, cúmpleme este
voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!
Así dijo rogando. Oyóle Febo Apolo e, irritado en su corazón, descendió de las
cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas
resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó a moverse. Iba
parecido a la noche. Sentóse lejos de las naves, tiró una flecha y el arco de plata
dio un terrible chasquido. Al principio el dios disparaba contra los mulos y los
ágiles perros; más luego dirigió sus amargas saetas a los hombres, y
continuamente ardían muchas piras de cadáveres.
Durante nueve días volaron por el ejército las flechas del dios. En el cimo,
Aquiles convocó al pueblo al ágora: se lo puso en el corazón Hera, la diosa de
los níveos brazos, que se interesaba por los dánaos, a quienes veía morir.”
(Homero, s/f, pp. 3-4).
Con estos versos, se ponen en evidencia las relaciones del “hado” respecto de las
vicisitudes que configuraron la guerra troyana: el despliegue de la emoción colérica, el
carácter adusto y soberbio de Agamenón, la intervención de los dioses situados en
diferentes bandos, entre otros. Es de notar, asimismo, que con la poesía homérica se pone
en marcha el recurso a los tropos, como la metáfora, la sinécdoque, la metonimia, la
ironía, la alegoría (Auerbach, 1946). La mitología griega fue base de las posteriores
expresiones mitológicas occidentales, mediante la conquista de los pueblos
grecorromanos hacia latitudes de la naciente Europa, por lo que valdría la pena enlistas a
sus divinidades, en su simbología y características: Los doce olímpicos y su
correspondencia romana, o el Dodekatheon Δωδεκάθεον, son:
Zeus/Júpiter
Hera/Juno
Poseidón/Neptuno
Afrodita/Venus
Ares/Marte
Atenea/Minerva
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Hermes/Mercurio
Apolo
Artemisa/Diana
Hefesto/Vulcano
Deméter/Ceres
Hestia/Vesta
En el mismo orden de lo anterior, una expresión mitológica sumamente importante
en la configuración europea sobre la escritura y la literatura en general la tenemos en la
Edda Mayor, desplegando los mitos nórdicos, sus fuentes, la naturaleza de sus ritos:
“La poesía representada en esta Edda Mayor –poesía que llamamos ‘éddica’,
claramente distinta en significativos aspectos de la ya mencionada de los
escaldas, que fue un fenómeno exclusivamente escandinavodebe verse, pues,
como directamente relacionable con la que a partir de aquel mismo fondo
tradicional se desarrolló también por todo el resto de la Germania, y de la que
nos han quedado otros apreciables testimonios sobre todo en Inglaterra. El corpus
de escogidos cantos que llamamos Edda Mayor procede básicamente de un
manuscrito, hoy llamado Codex Regius, que fue descubierto en Islandia en 1643
y que, por razones que no hacen mucho al caso, recibió entonces el impropio título
de Edda Saemundi Multiscii. En este pequeño códice de 19 por 13 centímetros, en
el que se cuentan hasta 45 hojas de apretada escritura, y del que lamentablemente
falta un cuadernillo de 8 hojas más […] se encuentra recogida, digámoslo así, la
flor y nata de la poesía éddica antiguo-nórdica. En razón de la temática de sus
cantos, la Edda Mayor se divide en dos partes o secciones claramente
diferenciables y de aproximadamente la misma extensión. Los poemas que
componen la primera de estas partes se ocupan de asuntos mitológicos –Odín,
Loki y Tor juegan en ellos papeles preponderantes–, en tanto que los de la segunda
pueden propiamente calificarse de épicos: cuenta de las valientes hazañas y
trágicas desventuras de algunas de las figuras que debieron ser centrales en la
común tradición de la poesía heroica germánica” (Anónimo, 1986, pp. 11-12).
Los dioses o aesir y diosas o asynjur nórdicos son:
- Por parte de las Aesir:
Andhrimnir, dios cocinero de los æsir y de los einherjer
Balder, dios representante de la luz y de la verdad
Bor, padre del dios Odin
Bragi, dios de la poesía, los bardos (aedos) y los escaldos
Buri, primer dios conocido en la mitología nórdica
Dagr, dios representante del día
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Delling, representación del amanecer
Forseti, dios representante de la justicia, la paz y la verdad
Heimdal, dios representante de la luz, aque que vigila el Bifrost
Hermóðr, conocido como mensajero de los dioses
Höðr, dios que padece de ceguera
Hœnir, dios que no se decide
Lóðurr, vivifica los cuerpos de los primeros humanos
Magni, hijo descendiente del dios Thor
Meili, hermano del dios Thor
Móði, hijo del dios Thor, representante de la furia en la batalla, referente de los
berserker
Óðr, dios representante de la inteligencia y de la energía
Odín, dios cardinal de la mitología nórdica, conocido como poeta
Ríg, su descripción es de "viejo y sabio, poderoso y fuerte"
Thor, dios representante del trueno
Tyr, dios representante de la guerra y la sabiduría bélica
Ve, hermano del dios Odín, dio a los humanos facultades psicológicas superiores
Viðarr, dios representante del silencio y de la venganza
Vili, hermano del dios Odín, representa las emociones y da inteligencia a la
humanidad
- Por parte de las Asynjur:
Eir, diosa representante de la cura y de la resurrección
Frigg, diosa del amor, la fertilidad y la fidelidad en la relación conyugal
Freya, diosa representante del corazón y la belleza
Freyr, dios representante de la lluvia, el sol naciente y la fertilidad
Fulla, una de las tres sirvientas de Frigg
Gefjun, diosa vidente
Gna, una de las tres sirvientas de Frigg
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Hlin, una de las tres sirvientas de Frigg
Iðunn, representante guardiana de las manzanas que hacía de los æsir mantenerse
eternamente jóvenes
Jord, personificación de la tierra
Lofn, diosa representante de las mujeres
Nanna, esposa de Baldr
Njörðr, dios representante de la tierra fértil y las costas marinas
Nótt, personificación de la noche
Saga, diosa representante de la adivinación, de la magia. Conocida como poetisa
Sif simbolización de la fidelidad y las cosechas
Sigyn, esposa de Loki
Sjöfn, diosa representante de las mujeres
Skaði, diosa representante del invierno y la caza
Snotra, denominada "sabia" o “con gracia”
Sól, diosa representante del sol
Syn, diosa que es invocada por los acusados en un juicio
Var, conocida como "benevolente"
Vör, sabia y de espíritu inquisitivo
Þrúðr, valkiria servidora de los einherjar
La mitología nórdica, expresada en las Eddas, tiene un referente arquetípico en la
mitología judeocristiana, en la figura del diabólico. En los Escarnios de Loki se dice:
“Entonces llegó Tor y dijo:
‘Calla, indecente, o terrible el martillo,
El Mióllnir, te hará enmudecer:
Rodará de tu cuello la peña del hombro
Acabada será tu vida’.
Loki dijo:
‘Ya aquí lo tenemos al hijo de Tierra.
¿Por qué tantos bríos, Tor?
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No así valeroso irás contra el lobo
Cuando a Sígfrod entero devore’.
Tor dijo:
‘Calla, indecente, o terrible el martillo,
El Mióllnir, te hará enmudecer:
Por alto hasta el este te voy a arrojar
Y nadie ya verás más va a verte’.
Loki dijo:
‘De viajes al este nunca más tú
Con gente delante digas,
El que allá se encogió en el dedo de guante.
¡Pensarlo de Tor, tan bravo!’
Tor dijo:
‘Calla, indecente, o terrible el martillo,
El Mióllnir, te hará enmudecer:
Con mi diestra yo, el que a Hrúngnir maté,
Romperé todo hueso tuyo’.
Loki dijo:
‘Larga mi vida vivir me espero,
Tanto el martillo que alzas.
Recias hallaste las cuerdas de Skrýmir:
No pudiste sacar tu comida,
Hambre espantosa pasaste’.
Tor dijo:
‘Calla, indecente, o terrible el martillo,
El Mióllnir, te hará enmudecer:
Al Hel te echará el que a Hrúngnir mató,
Abajo a la verja Nágrind’.
Loki dijo:
‘Lo que en gana me vino a los ases dije,
A los hijos de ases todos;
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Por ti solamente de aquí me marcho,
Pues tú yo sé que sí pegas.
Tú esta cerveza, Égir, hiciste,
Mas ya otro festín no harás:
¡Todas tus cosas que aquí tú tienes
Las llamas en ellas prendan,
Y el culo a ti te chamusquen!”
(Anónimo, 1986, pp. 127-128).
El análogo de esa escena de los escarnios por parte de Loki a los demás dioses,
contra Tor y Odín, lo tenemos en la escena descripta en Job:
“Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los
cuales vino también Satanás. Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes?
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella. Y
Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro
como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal?
Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le
has cercado alrededor a él y a su casa y a todo lo que tiene? Al trabajo de sus
manos has dado bendición; por tanto, sus bienes han aumentado sobre la tierra.
Pero extiende ahora tu mano y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema
contra ti en tu misma presencia. Dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene
está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante
de Jehová” (Job 1: 6-12, 1990).
Esta necesidad de acusar y de insultar, de negar la potencia de la bondad propia
de Satanás, es análoga al sentido perverso con que Loki interrumpe la fiesta dada por
Odín, frente al cual solo se le pudo contraponer Tor. Es de notar, por supuesto, que ambas
expresiones mitológicas, aunque análogas, se encuentran en diferentes niveles mítico-
religiosos, ya que la mitología nórdica parte de seres antropomorfos, naturales, mientras
que lo judeocristiano precisa de abstracciones, en la expresión monoteísta de lo divino.
Por otra parte, la fantasía, como se expuso en el capítulo anterior, desempeña un
papel fundamental en el fenómeno de la literatura, ya que retrata los materiales naturales,
mediando entre la mímesis y el entusiasmo. La literatura no busca la “verdad”, sino la
“verosimilitud”; por eso, no es una ciencia. La palabra “fantasía” deriva del griego
phantasmata, que se relaciona con “fantasma”. Aristóteles nos dice al respecto:
“Hablemos de la poética en y de sus especies, de la potencia propia de cada
una, y de cómo es preciso construir las fábulas si se quiere que la composición
poética resulte bien, y asimismo del número y naturaleza de sus partes, e
igualmente de las demás cosas pertenecientes a la misma investigación,
comenzando primero, como es natural, por las primeras.Pues bien, la epopeya y
la poesía trágica, y también la comedia y la ditirámbica, y en su mayor parte la
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aulética y la citarística, todas vienen a ser, en conjunto, imitaciones. Pero se
diferencian entre sí por tres cosas: o por imitar con medios diversos, o por imitar
objetos diversos, o por imitarlos diversamente y no del mismo modo. Pues, así
como algunos con colores y figuras imitan muchas cosas reproduciendo su
imagen (unos por arte y otros por costumbre), y otros mediante la voz, así también,
entre las artes dichas, todas hacen la imitación con el ritmo, el lenguaje o la
armonía, pero usan estos medios separadamente o combinados; por ejemplo,
usan sólo armonía y ritmo la aulética y la citarística, y las demás que puedan ser
semejantes en cuanto a su potencia, como el arte de tocar la siringa; y el arte de
los danzantes imita con el ritmo, sin armonía (éstos, en efecto, mediante ritmos
convertidos en figuras, imitan caracteres, pasiones y acciones). Pero el arte que
imita sólo con el lenguaje, en prosa o en verso, y, en este caso, con versos
diferentes combinados entre o con un solo género de ellos, carece de nombre
hasta ahora” (Aristóteles, 1974, pp. 126-128).
La verosimilitud, asimismo, se apoya en la teoría platónica de las formas o ideas,
señalando la carga de realidad o irrealidad que tienen, en su participación más o menos
relativa del Ser, que en el platonismo es la idea del Bien y de lo Bello, el kalos kai agathos
καλοκἀγαθία, todo lo cual se compacta en su mil de la nea, antesala del mito de la
caverna.
Hipócrates, Kant y Platón
En su diálogo El Sofista, Platón plantea la problemática relación entre el
significado del “ser” y del “no-ser”, es decir, entre aquello que posee una esencialidad
ontológica constante, como lo constituyente, y aquello que posee una esencialidad
ontológica fluctuante, como lo constituido. Al “ser” le pertenece la “verdad”, al “no-ser”
la “verosimilitud”.
“No se diga que, después de haber demostrado el no-ser como lo contrario del
ser, nos atrevemos a afirmar que existe. Porque respecto de lo contrario del ser,
ha largo tiempo que hemos declarado, que no nos cuidaremos de saber, si existe
o no existe, si es conforme a la razón o si le repugna. En cuanto a nuestra
proposición: que el no-ser existe, es preciso que se nos pruebe, refutándonos, que
estamos en el error; y si no es posible esto, es preciso que se nos diga, como lo
decimos nosotros, que los géneros se mezclan los unos con los otros; que el ser y
lo otro penetran en todos y se penetran ellos mismos recíprocamente; que lo otro,
participando del ser, existe en virtud de esta participación, sin convertirse en
aquello de que participa, sino permaneciendo otro; y en fin, que siendo otro que
el ser, es claro como el día, que es necesariamente el no-ser. A su vez, el ser,
comunicado con lo otro, es otro que todos los demás géneros, siendo otro que los
demás géneros, no es, ni cada uno de ellos, ni todos ellos juntos, y no es más que
él mismo; de suerte que indudablemente hay mil cosas, que el ser no es bajo mil
relaciones; y todos los demás géneros en igual forma, ya se les considere en
particular o ya todos a la vez, son de muchas maneras y de muchas maneras no
son” (Platón, 1871, pp. 119-120).
Los géneros a los que se refiere Platón son:
El Ser
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El No-ser
El Movimiento
El Reposo
Lo Mismo
Lo Otro
El plano fantasmagórico surge en el juego entre el ser y el no-ser, mediante el
género de “lo otro”, puesto que la literatura es el uso de las categorías que describen la
realidad para perfeccionarla; es decir, no es lo verdadero, sino lo verosímil. En otro orden
de ideas, la literatura también se desenvuelve en el estudio del plano fisiológico,
específicamente en el análisis del carácter y la caracterología, ya que es el contenido de
verdad que el ars poetica transforma: la materialidad fisiológica a ser tratada y
reconfigurada. Se usa, por tanto, la teoría de los cuatro humores. Un íntimo sentimiento
de la belleza y la dignidad de la naturaleza humana, y un ánimo seguro y vigoroso para
referir a esto, como fundamento general, todas las acciones, son serios y no se asocian
bien con una alegría volandera ni con la inconstancia de un hombre ligero. Y hasta se
halla cerca de la honda melancolía (Schwermut), una dulce y noble sensación, en cuanto
se funda sobre aquel temor que siente un alma limitada cuando, llena de un gran proyecto,
ve los peligros que debe vencer y tiene ante la vista la grave, aunque grande, victoria del
dominio de mismo. La genuina virtud, según los principios, encierra en algo que
parece coincidir con el temperamento melancólico en un sentido atenuado.
El carácter bondadoso, una condición bella y sensible, para ser, en casos
particulares, conmovido de una manera compasiva y benévola, está muy sujeto al cambio
de las circunstancias, y, por no descansar el movimiento del alma sobre un principio
general, toma fácilmente formas diferentes, según ofrecen los objetos uno u otro aspecto
(Kant, 2007). Y como esta inclinación se encamina a lo bello, parece susceptible de
unirse, sobre todo, con el temperamento denominado sanguíneo, que es volátil y dado a
las diversiones. En este temperamento debemos buscar las cualidades simpáticas que
hemos denominado virtudes adoptadas.
“El sentimiento del honor es, desde luego, reconocido como característica de la
complexión colérica, y las consecuencias morales de este delicado sentimiento,
que casi siempre sólo se preocupa del brillo, nos presentarán rasgos para la
descripción de este carácter. En hombre alguno faltan huellas de sentimientos
delicados; pero una gran ausencia de ellos, calificada comparativamente de
insensibilidad, aparece en el carácter del flemático, y hasta los impulsos más
vulgares, como el deseo de dinero, etc., suele negársele. Nosotros podemos
abandonarle esta inclinación, junto con otras análogas, porque caen fuera de
nuestro plan” (Kant, s/f, p. 8).
El primer estudioso del carácter y la caracterología fue el médico y filósofo
antiguo griego Hipócrates, para el cual el cuerpo humano estaba constituido por humores.
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“Quien esté habituado a escuchar a los que hablan acerca de la naturaleza
humana en términos que sobrepasan lo estrictamente médico no hallará provecho
en esta disertación, pues de ningún modo afirmo que el hombre sea aire, fuego,
agua, tierra o cualquier otro elemento que no sea visible en el ser humano, sino
que dejo estas ideas a aquel que quiera explicarlas. Además, creo que los que
sostienen este tipo de cosas no las conocen bien: ya que, si bien todos se sirven
de la misma idea, no exponen lo mismo. Aunque su conclusión sea idéntica –ya
que dicen que lo que existe es una unidad y que esto es tanto una unidad como el
todo–, no se ponen de acuerdo en los nombres. Uno dice que el aire es lo uno y el
todo, otro que el agua, el fuego o la tierra, y cada uno cita en su argumentación
pruebas y demostraciones que no conducen a nada. Puesto que todos ellos están
de acuerdo en el fondo, pero no en las palabras, es evidente que no saben nada
[…].
Por otra parte, algunos médicos sostienen que el hombre es sangre, otros afirman
que es bilis; algunos otros, que pituita. Todos hacen el mismo razonamiento: que
existe una sustancia única –sea cual sea el nombre que cada uno quiera darle–,
que esta sustancia cambia su aspecto y su propiedad forzada por la acción del
calor y del frío y que se vuelve dulce o amarga, blanca o negra o de cualquier
otra forma. A mi modo de ver, esto no es así.
[…] Por mi parte voy a demostrar que aquellos elementos que, en mi opinión,
constituyen al hombre de acuerdo al lenguaje corriente y a la naturaleza son
siempre invariablemente idénticos, sea éste joven o viejo, sea la estación fría o
cálida […].
El cuerpo del hombre tiene en si mismo sangre, pituita, bilis amarilla y bilis
negra; estos elementos constituyen la naturaleza del cuerpo, y por causa de ellos
se está enfermo o sano. Se goza de una salud perfecta cuando están mutuamente
proporcionadas sus propiedades y cantidades, así como cuando la mezcla es
completa. Por el contrario, se enferma cuando alguno de los elementos se separa
en mayor o menor cantidad en el cuerpo y no se mezcla con todos los demás. Así
pues, cuando algún elemento se separa y queda solo, necesariamente ha de
enfermar tanto la parte de la que se ha segregado como aquella en la que se ha
establecido y acumulado, al ser la excesiva concentración causa de dolor y
padecimiento” (Hipócrates, 2003, pp. 29-38)
Para Hipócrates, los caracteres humanos dependen de los humores:
SangreCarácter sanguíneo
Bilis amarillaCarácter colérico
Bilis negraCarácter melancólico
FlemaCarácter flemático
El estudio del carácter es ampliamente utilizado en la literatura para la
construcción de personajes, en asociación con la perspectiva atmosférica, como en el
romanticismo, y con la correspondencia fenomenológica entre el adentro y el afuera,
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como recurso descriptivo de los trances pasionales del protagonista. Es el “siento, luego
existo” propio de la época.
Conclusión
La historiografía literaria tradicional ha clasificado su objeto de estudio mediante
categorías de período (p.ej., "Romanticismo"), género (p.ej., "la novela") o movimiento
(p.ej., "Surrealismo"). Si bien esta taxonomía es útil, a menudo oscurece un desarrollo
más profundo: la evolución de la literatura como modo de conocimiento y como
herramienta de la conciencia. La literatura no solo refleja el pensamiento de una época,
sino que lo configura activamente mediante sus procesos de creación e interpretación.
Este trabajo se distanció de un enfoque puramente estilístico para proponer un marco
tripartito. Sostenemos que el desarrollo histórico de la literatura puede cartografiarse a
través de la interacción de tres vectores fundamentales:
- La Lógica: se refiere a los sistemas subyacentes de orden, estructura y coherencia
que rigen la creación literaria. Incluye desde la lógica mimética (la relación
estructurada entre la obra y la realidad) y la lógica narrativa (las reglas del relato
y la causalidad) hasta la lógica formal del lenguaje (la sintaxis y la métrica).
- La Crítica: del griego krinein (juzgar, discernir). Es la facultad analítica,
evaluativa y normativa. Es el ejercicio de la razón que juzga el valor de la obra
(estético, moral, político) y que disecciona sus componentes.
- La Cavilación: un término deliberadamente elegido por su connotación de
pensamiento profundo, meticuloso y, a menudo, introspectivo. Es el componente
hermenéutico, filosófico y existencial de la literatura. Es la ponderación del
sentido, la subjetividad y los grandes interrogantes que la obra suscita, más allá
de su estructura lógica o de su valor crítico inmediato.
La tesis central es que la historia de la literatura es la historia de la tensión entre
estos tres pilares. Cada época prioriza, fusiona o pone en crisis esta relación de maneras
distintas, y es en esta dinámica donde reside el verdadero motor de su evolución. En la
cuna del pensamiento occidental, la literatura (o poiesis) nace intrínsecamente ligada a la
lógica (Bloom, 1994). La Poética de Aristóteles no es un ejercicio de cavilación sobre el
"sentimiento" poético, sino un tratado de lógica narrativa. Define la tragedia por sus
componentes estructurales (trama, personaje, pensamiento, dicción) y su causalidad
interna (la mímesis como una lógica de la verosimilitud). La lógica es el principio
ordenador del caos de la experiencia.
La crítica aparece simultáneamente, pero con un fin externo a la estética: el juicio
moral y político. La expulsión de los poetas en La República de Platón es un acto de
crítica fundamental: la lógica de la polis (la filosofía) juzga y condena la lógica de la
mímesis (la poesía) por considerarla engañosa. La cavilación, aunque presente (p.ej., en
la introspección de Edipo o Medea), es interpretada a través del filtro de la lógica del
destino (fatum) o de la filosofía moral, aún no como un valor de la subjetividad pura
(Platón, 1988).
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El colapso del mundo clásico subordina la literatura a una nueva lógica: la
teológica. La lógica de la Divina Comedia de Dante no es la verosimilitud aristotélica,
sino la estructura del cosmos cristiano. Sin embargo, el motor de este período es la
cavilación (Dante, 2003). La literatura se convierte en un vehículo de introspección sobre
el alma, la salvación y lo divino. La interpretación alegórica (la hermenéutica de los
cuatro sentidos) es una forma de cavilación estructurada: busca un significado profundo
(anagógico) oculto tras la superficie literal. La crítica existe, pero es doctrinal. No juzga
la originalidad (un concepto moderno), sino la ortodoxia. En el Renacimiento, la tríada
se reequilibra: el Humanismo recupera la lógica clásica (Aristóteles) y fomenta una nueva
crítica filológica (el análisis de los textos), pero la cavilación sobre la dignidad del hombre
sigue siendo central.
En tanto, en la posmodernidad, los tres pilares se implosionan: la crítica se vuelve
una cavilación sobre la imposibilidad de la objetividad; la lógica se revela como una
ficción más; y la cavilación se fragmenta en el juego irónico de la intertextualidad. La
literatura ya no busca la verdad (lógica), ni el juicio (crítica), ni siquiera el sentido
profundo (cavilación), sino que juega en las ruinas de las tres.
En conclusión, cuando la lógica domina (Clasicismo, estructuralismo), la
literatura busca el orden, la estructura y la universalidad, a menudo a expensas de la
subjetividad (cavilación). Cuando la cavilación domina (Medievalismo, romanticismo);
la literatura se vuelve introspectiva, filosófica o mística, a menudo sacrificando la
verosimilitud lógica o la objetividad crítica. Cuando la crítica domina (Ilustración,
Realismo), la literatura se convierte en una herramienta de análisis social o moral,
subordinando la forma a la función.
Finalmente, la postmodernidad no es el fin de la literatura, sino el momento en
que se hace plenamente consciente de esta tensión tripartita y decide explorarla no como
un sistema de verdades, sino como un campo de juego (Derrida, 1967). El modelo de la
tríada "crítica, cavilación y lógica" ofrece una lente heurística para reinterpretar la historia
literaria. Demuestra que la literatura es un laboratorio del pensamiento en el que la
humanidad negocia constantemente sus herramientas para entender el mundo: sus
estructuras (lógica), sus juicios (crítica) y su búsqueda de sentido (cavilación).
La evolución de la literatura, vista así, no es solo un cambio de estilos, sino la
compleja y a menudo contradictoria biografía de la conciencia humana, atrapada entre su
necesidad de ordenar el mundo, su impulso de juzgarlo y su ineludible deseo de ponderar
su propio lugar en él. Futuras investigaciones podrían aplicar este modelo a tradiciones
no occidentales o a las narrativas digitales emergentes, para observar cómo esta tríada
fundamental se reconfigura en nuevos contextos tecnológicos y culturales.
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World
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De esta edición de “Revista del Mar Caribe”, se terminó de editar en la ciudad de
Colonia del Sacramento en la República Oriental del Uruguay el 05 de
noviembre de 2025